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EL BEATO DIEGO DE CÁDIZ 45 res de sus conciencias". Sigue después acusándoles de "inuti– lidad manifiesta" a la sociedad de que forman parte". El resto de "sus armas" que componían formidable aunque invisible arsenal, eran sus dotes intelectuales que hacían acer– tadísimo su juicio y su consejo. Lo demostró en cuartas con– sultas le hicieron que eran incesantes .y en materias de suma gravedad: El Rey, antes de ser dominado por el consejo de sus ministros volterianos, sus superiores e innumerables personas pertenecientes a todas las clases sociales de la nación. En auxi– lio de su inteligencia su memoria era prodigiosa y llegaba a extremos inverosímiles. Se ve pues que en el fondo estaba bien pertrechado este in– fatigable campeón. L ,A BATALLA Al estudiar el ambiente, el "enemigo", se han esbozado sus columnas de ataque, sus procedimientos, lo mismo que Juego habían de encontrarse en los "Protocolos de los Sabios de Sión": Ataque a la moral y a las buenas costumbres. en ger e– ral, destrucción con ello de la familia cristiana; ataque a la Religión, prir:cipal defensa de todo Jo anterior y a su cabeza visible, y asalto por último a los poderes del Estado. Al contra-ataque se lanza valerosamente el Padre Cádiz di– rigiéndose a batir al enemigo en todas las esferas que compo– nen la nación española. Consideremos para estudiarlo, la actua– ción del Beato en su acción con la" Nobleza, con el Clero y con . el Pueblo, que eran los estados que componían el país en su tiempo, y por último, con el Ejército: Nación en Armas, as– pecto que empieza a presentar precisamente en la Campaña del Rosellón aunque sin adquirir el sentido popular que más tarde había de tener el de)a guerra de la Independencia. Ya veremos

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