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EL BEATO DIEGO DE CÁDIZ 39 jero despreciable en cuanto se viese en ellas un peligro para b República; las cosas que predicaba eran incómodas, duras de cumplir y sin embargo ¡Pedro vence! Es uno de los argumen– tos más convincentes de la verdad de nuestra Religión. De como la moda y el desenfreno hacían presa en la Socie– dad contemporánea del Padre Cádiz, puede darnos un índice la calurosa acogida que la nuestra dispensa a toda clase de di– versiones y placeres y lo propensa que es la Humanidad a lan– nuse en ese torbellino después de guerras o revoluciones y aún durante estas pruebas a que es sometida a su paso por el Mundo. Ya hemos visto en la descripción del Medio, como la Revo– hiCión Francesa irradiaba todas eRas manifestaciones acumu– wdas en el vecino país después de la larga gestación enciclo– pédica y reflejaba las recibidas de Inglaterra y de Alemania eJi los años anteriores y en los contemporáneos de aquélla: Se llenaban hs bocas con las altisonantes expresiones de "los de– rechos del hombre"; la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad prometidas por los tribunos parecían la panacea universal. Era agradable ver los encantos recónditos de la mujer; el baile en– cantador, empezaba el vals, llamado "la delicadeza llena de de– seos" y "galop apretado" y el enlazar por el talle a una bella sin el corsé hasta entonces usado, no podía por menos de gustar a los hombres que no fuesen los llamados a velar por su honra, que eran los menos naturalmente. Las comedias eran un pása– tiempo delicioso y la sátira de Voltaire hacía sus estragos. Se buscaba el ' 7 por que" de todo ; ¡qué tiempos más atrasados los anteriores en los que se creía y no se razonaba! El Gobierno en manos de simpatizantes, más aún, de favorecedores de todo lo que precede. Frente a todo esto: muselina, seda, galón, encaje, "sabia;' filosofía, política y poder en general, se alza la figura parda vestida de estameña de este hijo de San Francisco. Un raido hábito es la coraza de su cuerpo atormentado por las peniten– cias y el dolor; ¡el Santo dolor de los cilicios! es la que recubre el alma elegida: Esa es la más fuerte. Su lanza material es un

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