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38 CARLOS M.I\.RTÍNEZ VALVERDE simos y de una extraordinaria belleza. Parece como si Dios prodigaba sus bendiciones, de una manera manifiesta, en aque– lla parte de su pobre cuerpo que tanto había sufrido en su Sanh• Servicio. SUS ARMAS ¿De qué disponía el Padre Cádiz para acometer su empre– sa? Hemos considerado el medio ambiente con todas sus hos– tilidades y frente a ellas al hombre. También "Horno missus a Deo". Elegido entre los torpes, entre los perseguidos y entre la humildad de los hijos del Poverello. Parangones vienen a la mente, la lucha que va a empezarse es como la de los antiguos tiempos, como la de Moisés ante el poder de Faraón o, más se– mejante aún, como la del pobre pescador que por voluntad di– vina se llamó piedra como expresión de su firmeza, con la Romn pagana, pletórica del poder y de concupiscencias. Contra la Roma guardadora de todos los cultos, contemporizadora con todos los ídolos de las diferentes religiones del vasto imperio, pero perseguidora de los discípulos de Cristo que fundamenta– ban su fuerza en la humildad y en la mansedumbre y cuyo nú– mero crecía de dia en día en la lobreguez de las catacumbas; llegando serenos al martirio, siguiendo literalmente y hasta el final la palabra del Redentor : "tollat crucero suam et sequa-– tur me". Ha~ta las armas del Padre Cádiz tienren una semejanza con las de Pedro por su origen francamente sobrenatural. Por su primitiva torpeza y su dificultad de expresión no podía so~pe­ charse su futura erudición, su acertado discurso y su fuego oratorio. Sus luchas también tienen cierto paralelismo: Pedro se enfrenta con la Roma pletórica de poder temporal, legisla– dora del mundo, esclavizada por placeres fáciles, llena de tri– bunos elocuentes para rebatir las ideas traídas por un extrD.n-

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