BCCCAP00000000000000000000264

36 CARLOS MARTÍNEZ VALVERDE vista en que serás reca tadísimo". Recomienda el uso de mor– tificaciones sobre todo al confesar a las mujeres y continúa con diferentes medios para la observancia de las virtudes y para la de\"ota celebración del Santo Sacrificio de la Misa. No hay duda .que mucho pusieron en la modelación de esta gran alma, sus Directores espirituales. Estos artífices fueron los Padres González y Alcober, el primero religioso Mínimo, que condujo al Beato Diego de una manera suave y delicada. "Fué singular maestro de espíritus, tuvo el don de discrección de ellos y los demás que forman un perfecto director"--dice el mismo Padre Cádiz en el elogio fúnebre que de él escribió. El segundo eilJCaminó a Fray Diego de muy distinto modo. Era un Sacerdote seco en quien la inteligencia mandaba sobre el cora– zón. Era de una gran austeridad y de la clarividencia que ne– cesitaba el que fuese director del Padre Cádiz, en: quien llovían preguntas sobre los asuntos más graves y variados. Necesitaba pues un hombre de consulta. La correspondencia con el Padre Alcober es de las mejores fuentes biográficas de su dirigido. En lo físico también conviene conocer al hombre: "La cara es el espejo del alma" dice un refrán y la más recta interpre– tación de su sentenciosa afirmación nos lleva a considerar que no es la mejor o peor distribución de medidas que estén de acuerdo con unas reglas estéticas, pero sí que la expresión de la iieon<>mía es las más de las veces, reflejo de ese alma que es lo verdaderamente importante. . Su expresión no podemos transcribirla al papel, para cono– cerla aunque sea imperfectamente, ha~' que recurrir a pintu– ras o grabados contemporáneos. Dice retratándole ron la plu– ma el Padre Alcober: "Su color blanco y sonrosado, su cuello derecho y su cabeza bien formada, correspondiendo su figura a la de la cara, que tocaba más en aguileña que en redonda; su pelo negro como el azabache; hermosa y despejada frente, sin la nota de grande ni pequeña; las cejas muy pobladas y grue– sas, cuyo entrecejo era muy limpio; sus ojos con lo azulad e, de lo blanco, el tamaño y negro de sus pupilas, lo rasgado de su

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz