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EL BEATO DIEGO DE CÁDIZ 25 tra la vanguardia, que era la Compañía de San Ignacio Jo aguantó ésta con el estoicismo propio del espíritu de milicia que le diera un capitán español del siglo de oro. Hubo otras violencias en distintos órdenes que coronaron la acción encubierta, conocida hoy por la correspondencia, en– tonces secreta, de los Ministros: Se suprimieron los Colegios Mayores y la Autonomía Universitaria. Se terminaron los Con– cilios Provinciales y se coaccionó notablemente la acción de la Inquisición, llegándose a desterrar al Inquisidor general. Se procesó al Obispo de Cuenca como amenaza para todos los Pre– lados españoles contrarios a los regalistas. Todo este cuadro -era el estado de oposición que había en España contra la Igle– sia cuando empezaba el Padre Cádiz sus primeras armas com(l sacerdote:, La expulsión de los Jesuitas fué el 1767 y él cantó su primera Misa el 13 de Junio de 1766, con dispensa de edad. Habían de llegar días de mayor prueba: Empezaron los actos revolucionarios en Francia sin demostrar abierta oposi– ción contra la Iglesia. Una Misa "Santificó" la Fiesta de la Federación. Entonces aún se hablaba en los discursos del "Sér Supremo" con el énfasis consiguiente y el c:ero constitucional celebraba su culto. Más adelante la cosa había de cambiar has– ta no quedar más cultos que a la "Diosa Razón" y hasta deno– mir ar sacrílegamente. "Notre Dame de Thermidor" a Teresa Cabarrús, más conocida por Madame Tallien. En un principio numerosos nobles europeos simpatizaron con las ideas nuevas y muchos perecieron víctimas de su "ecuani– midad", benevolencia o simpatía por los "sans culottes" o por la incomprensión de éstos. Cierta princesa polaca abandonó su país para acudir al terrenal paraíso parisién y en él encon– tró su fin en la guillotina. El Conde de Hesse se hacía llamar "ciudadano" y el de Stolberg llamaba enfáticamente "Aurora de la Libertad" al Asalto a la Bastilla.--lj Qué razonables!– ¡Cómo veían y reconocían los "derechos del hombre" que los de su clase atropellaban! Los desgraciados ilusos no conside– raban el camino para lograrlos, que realmente debía de ser bus-

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