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EL BEATO DIEGO DE CÁDJZ 15 de sus mayores por línea paterna. Parece cobrar nuevas ener– gías después de postrarse ante el Apóstol; luego de abrazar al Señor Sant lago "amparo de lides nuesas" como reza el Ro– mancero por boca del Cid, espejo y flor de los caballeros de Castilla, a la misma usanza 1 de como los quería Fray Diego. El patriarcal y sin igual saludo y acatamiento a su her– mano peregrino y Santo Patrón parece que ha de fortalecerle en la lucha venidera: No sólo en' Clavijo y contra moros, había de cerrar Jacobo, el hijo del Trueno, sino también se muestra "Ayudador de Cristianos", como él se reveló al Obispo Astía– nos, en las lides de la vida moderna que nace con la Revolución Francesa y en donde juegan papel tan importante la oratoria y la pluma. Santiago lucha de nuevo con España. ¡Santas pala– bras reciamente unidas! defendiendo lo español tan ligado a las cosas de Dios y saliendo de nuevo a los campos de batalla de las mortíferas armas cuando, por .efecto de la semilla de las predicaciones· del Padre Cádiz y de otros santos varones, se alza el país contra la vecina República y la ataca por el Rose– llón. Más tarde, con Napoleón en el trono, se trasladará la lu– cha a la Península. Las predicaciones del Beato Diego han de dejar profunda huella. "Alter Saulo" es llamado por el sabio Pontífice León XIII en el decreto de Beatificación. Nuevo Pa– blo es y también nuevo Santiag.o, impregnado del espíritu jacobeo que como miLagroso efluvio recibió al oficiar la Santa Misa sobre los restos de nuestro Capitán el Señor Santiago, en la majestad de la basílica que hoy se alza en el lugar del anti– guo bosque de Libredón, denunciado obstinadamente por el bri– llar de la estrella. También de Ronda había partido el P. Cádiz para .la "Batalla Mediterránea" cuando consciente del ataque que por la costa de levante llevaban a cabo las ideas revolucionarias, corrió al com– bate no sin antes impetrar la protección de la Eterna Auxiliado– ra. También como Jacobo recibió los.poderosos ánimos a los pies del Sagrado Pilar, dejando en Zaragoza un ambiente y un es– píritu tales que Juego había de mantener a la ciudad heróica, a

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