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EL BEATO DIEGO DE CÁDIZ 93 cadora"; luego pasa a enunciar los efectos: "diez mil compun– gidos penitentes estallaron en lágrimas ardientes". Ese mirar que no recogen sus retratos, dirigido físicamente al suelo o al crucifijo, espiritualmente taladrando las almas de las muchedumbres, no puede ser tampoco visto ni smtido en los libros. Su voz ametalada no puede ser oída entre los alinea– dos caracteres que forman sus líneas. Es significativo real– mente, que hoy se conserve como reliquia su privilegiada la– ringe. No había altavoces y le oían muchedumbres de 40 a 50 mil personas, como la que se congregó para escucharle en la ,Plaza Real de Barcelona. De todos modos son sus libros un grandísimo monumento de su apostólica labor y muestran un valioso índice que nos la perfila, aunque muy por defecto. De tres formas diferentes cabe presentar al lector la re– lación de las obras salidas de la pluma del Beato Fray Diego José de Cádiz: a) Ordenándolas cronológicamente por fechas de redacción; bi) Presenltámdolas en orden igualmente cro– nológico de publicación; e) relacionándolas alfabéticamente. Esta última, menos científica sin duda, nos ha parecido sin embargo la más pertinente para un trabajo como el presente de vulgarización de su personalidad extraordinaria. En todo caso citamos por la edición primera que de cada una de ellas conocemos, simplificando los títulos en unos ca– sos, complementándolos en otros lo necesario para el conoci– miento más exacto de su contenido. En las que fueron incluídas en los cinco tomos publicados en Madrid, de 1796 a 1799, por Pacheco, Notario del Santo Oficio, señalamos después de su enunciación, entre parénte– sis, el volumen y la página correspondiente, para facilitar lo más posible su consulta: Actos de fe, esperanza y amor de Dios que hizo antes de recibir la Sagrada Eucaristía, estando en su última enferme– dad.-Ronda, 1801.

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