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EL BEATO DIEGO DE CÁDIZ 91 quedó escrito o de la contemplación de esos utensilios, mudos tes¡igos de lo que un día presenciaron. Aquí la poética filosofía de Jorge Manrique ·deja de tener un nostálgico sentido: No hay que añorar paramentos; borda– duras e cimeras. Todo aquéllo si serían devaneos: verduras de las heras, pero no así las galas del Padre Cádiz, reflejo de su pobreza franciscana: esas "joyas" que él dice en su pequeña libreta es lícito poseer de acuerdo con aquélla: utensilios los más de ellos para mejor alabar a Dios. La materia era pobré, parda, sencilla, pero rico y brillante el espíritu y ese, con su generoso caudal, es el que no muere. Otras reliquias importantes, tanto que revelan lo que sintió su alma, son las obras por él escritas. Son además la materia– lización de su acción, ya que ésta fué la difusión de ese sentir: de su idea exteriorizada por la palabra. Hoy quedan unos tra– zos escritos por su mano que se comió la tierra, otros más di– fundidos por -el arte de la imprenta, por ese mismo medio ciego que sirvió y que sirve para también extender el error. Las manifestaciones de su gran alma se nos transmiten a través de los años, a través de los siglos, por esa poderosa vía de la escritura que domina el tiempo, con las restricciones que su Amo dispone, traducidas en escrutinios de los de pensa– miento contrario, "índices", censuras y destrucciones de todas clases que acompañan a la vida de la Humanidad. O "bien~sen­ cillamente, su transcurso, que empalidece las tintas o las borra. ·, LAS OBRAS "Obras son amores y no buenas razones". Así dice un re– frán castellano y son éstos, sin duda, el producto de la expe– riencia y expresión del saber popular : Manifestación de un "leal saber y entender". No encuentro principio más apropiado y español para encabezar el apartado, capítulo o párrafo, llá-

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