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J -4- no pueda, en el terreno internacional o en el de las armas, reflorecer l~s gallardas figuras de sus antepasados y conservar intacto el sagrado pa– trimonio que las reales órdenes le asignaron. ¿Dónde está el León de Apure, Páez y sus lla– neros, los cuales parecían más bien demonios que seres racionales cuando atacaban a los rea– listas? ¿Qué se han hecho Maza, Sucre, Cór– doba, Nariño y mil héroes más de la Guerra Magna? ¿dónde están? ¿Perierunt? Nó; mu– chos viven y otros han muerto en estos últimos años que atestiguan que el valor de esta indo– mable raza no ha muerto. Albán, Pinzón, Ca– margo, liberales y conservadores, sacrificaron a torrentes la sangre de sus adeptos por el triun– fo de su causa. La esfinge de Palonegro Tecor– dará a las generaciones venideras de lo que es capaz el guerrero colombiano en los campos de batalla, y ojalá el peruano no dé motivo para demostrarlo. Mas no es la espada la que hoy obtiene las más preclaras victorias; no es tampoco la ra– zón ni el derecho, por triste y doloroso que sea confesarlo, el que priva en las contiendas inter– nacionales; las grandes batallas, lo mismo que las más decisivas victorias, están reservadas a aquellas naciones que, como Bélgica, abren sus puertas aL trabajo, al progreso, a las vías ele co– municación, y no se encierran en un círculo de hierro como las naciones orientales. Penetrados de esta importantí.sima doctrina, y creyendo prestar un verdadero servicio a la Patria e interpretar fielmente el. pensamiento del Gobierno, los Padres Capuchinos han co– menzado por abrir caminos en ' las regiones confiadas a su cuidado. El Reverendísimo Padre Prefecto del Ca– quetá, Fidel ele Montclar, es suficientemente conocido en todo Colombia por sus trabajos en el Caquetá. Antes que se sospechara el ·peligro peruano, emprendió arriesgadísimas excursio-

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