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-51- dad de la tierra colombiana, ocupa una superfi– cie de un millón seiscientas mil 1 hectáreas, y encierra altJiplanicies y valles que no ceden en nada a los más ricos y los más agradables paí– ses del mundo. Es un país maraviHoso, cuyo porvenir quedará asegurado desde que se tomen con ese propósito medidas realmente prácticas. Esta considerable extensión del territorio co– lombiano salprá al fin del ·inexplicable aban– dono en que ha permanecido hundida, a pesar de todo lo que se ha dicho de ella y se ha escri– to sobre ella." Simons dice que toda la comarca entre los ríos Badillo y Ranchería es muy sana y a pro– pósito para el establecimiento de colonias, que en sólo la ocupación de criar ganados podrían ver duplicarse pequeños capitales cada dos años. El Coronel Acosta aconsejaba al CCJl!icr– no la fundación de una col,onia en el v~lle de Chimichagua, situado al sur de la Nevada, en las cabeceras del Ariguaní, que goza de dima sano y tiene una extensión de más de treinta mil fanegadas de tierra útil. El Ilustrísimo se– ñor Obispo Celedón indicaba como terrenos a propósito para colonias agrícolas los de Atán– quez y San Sebastián de Rábago. Iguales ven– tajas que las anotadas por el Coronel. Acosta en su proyecto presentado al Gobierno el año de 185I, y las indicadas por el señor Celedón en su Gramática Koggaba, poseen los pueblos de Palomino, San Miguel, Takin, Macotama, Guamaca, San Antonio, Puebl,oviejo, Santa, Cruz y Santa Rosa, como valles más o menos extensos y de buen clima, a seis u ocho leguas del mar, al norte de la Sierra N evada, y Maro– caso, La Sierrita y San José, próximos a San Juan de Cesar, al oriente de 1~ misma Sierra. Todos estos puntos son buenos para la fun– dación de colpnias agrícolas, superiores a las del Caquetá, donde la malaria, el beriberi y toda suerte de dolencias tienen su natural asiento, como lo demostraron los soldados que lucha-

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