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-50- Como guirnalda a nuestros huertos de na– ranjos y chirimoyos se podrían formar empa– rrados de granadillas y curubas, que además de hermosear los huertos y los jardines, sus fru– tos serían objeto de un importante comercio. Los extranjeros apenas conocen esta deJ,icada fruta. Los que visitan la altiplanicie han podi– do apreciar lo delicado y exquisito de aquélla. El cultivo de estas pasifloras es sencillísi– mo: basta enterrar un sarmiento para que se desarrolle con vigor y se multiplique extraor– dinariamente; sus frutos resisten el transporte por varios días, de suerte que se podrían man– dar a los Estados Unidos y a otras grandes po– blaciones de las Antillas. Desarrollados estos cul,tivos en la Nevada con las familias que se trajeran del interior o con algunas otras famil~as italianas o valencia– nas, la inmigración vendría por sí sola, en vez de seguir la ruta del Brasil, Argentina y Ar– gelia. "Creo-dice Elíseo Récl 1 us-que la Sierra Nevada de Santa Marta es uno de los países de la América Española que ofrecen más ventajas para una grande inmigración latina. En efecto, ese macizo, compl 1 etamente separado de losAn– des y del resto de la Nueva Granada por valles profundos, por lagunas y pantanos, parece he– cho para contener una población distinta, que encuentre a su alrededor todos los elementos ele la prosperidad más floreciente, salubridad de dima, fertilidad del suelo, facilidad de! co– mercio. Grande como un cuarto de Suiza, la' Sierra Nevada podría fácilmente alimentar ef mismo número de habitantes que esta Repú- blica." · , "Los terrenos fértiles-dice el Conde ele Dret– tes-y sanos de la SierraNevad·a ele Santa Mar- _.– ta eran desconocidos de los primeros españo– les: estaban lejos de pensar que ese enorme ma– cizo orográfico cuya cima anuncia a más de ciento ocherita millas en alta mar la proximi-

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