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-35- Gallegos, Pepin, Baillancourt y otros dignísi– mos Jefes que han dedicado su ta]¡ento, ener– gías y capital a cambiar la atmósfera de la ciu– dad de Bastidas; si, finalmente, todas las fuer– zas vivas de Santa Marta se ponen de nuestro lado y prestan su contingente para la apertura de tan notable mejora para esta ciudad y para todas l,as poblaciones de la costa. Para principiar el camino necesito el si– guiente material: Cuatro sierras mecánicas para trozar ár- boles. Cuarenta· machetes para abrir la trocha. Veinte hachas. Veinte zapapicas. Veinte cavadores. V einte palas. Veinte azadones. Diez barras de acero. Ocho carretillas de mano. Seis almadanas. Seis quintales de dinamita, y fulminantes. Con estos materiales, con lo que me ayude el Departamento y con lo que vosotros me ayudéis en metálico, se coronará muy pronto la obra. Os parecerá, señores, una locura, un desati– no, y si hubierais pasado por donde pasámos nosotros, y sufrido las fatigas y angustias que sufrímos, cal 1 ificaríais la obra de imposible. Así juzgaron los compañeros. de Colón su intento de descubrir un Nuevo Mundo, y sin embargo aquél, con su visión ele sabio, con su constancia de mártir, .con su virtud de santo, nos descubrió la Patria que hoy habitamos. Gonzalo Jiménez de Quesada, al partir de esta ciudad al. Valle ele los Alcázares, nombre' con que él bautizó l,a Sabana ele Cundinamarca, jamás pensaba los trabajos y sufrimientos que le aguardaban, y aunque los presintiera, no dejó de seg-uir su camino hasta ver el final de su ex– ploración. Fue otra locura, otro desatino, que

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