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-30- dados, después de permanecer en Ríohacha más de un mes, regresaron a Santa Marta sin haber cumplido la misión y las órdenes del señor Mi– nistro. ¿Qué sucedería si nuestra vecina Repú– blica de Venezuela, con la cual mantenemos buenas relaciones, invadiera pat·te de La Goaji– ra con gente armada, como la ha invadido con toda suerte de explotadores? Qué haría el Go– bierno si el Perú, con su armada, se apoderara de Bahíahonda o de algúun otro puerto de La Goajira? ¿Cómo irían nuestros soldados a de– fender el, suelo patrio invadido po1· el extran- jero? · No es menos necesario este cam.ino para el desarrollo de los pueblos que viven al este de la cordiLlera. Encerrados por dos largas y es– carpadas sierras, apenas pueden comunicarse con la capital del Departamento, sin un gran– dísimo rodeo. La vida estacionaria a que están reducidos va creciendo a medida que decrecen el comercio y los negocios en Ríohacha; la emi– gración constante de los hijos ele !,as Provin– cias ele Padilla y de El Valle aumenta sin cesar, no por esterilidad de la tierra, sino por faLta ele caminos que faciliten la exportación ele sus ar– tículos a los mercados consumidores. ¿Qué se puede esperar de una región aislada completa– mente, apenas visitada por las autoridades de– partamentales, sin ningún comercio y sin nin– guna industria? El Valle ya no es la hermosa y culta ciudad de la Colonia, llena de elegantes edificios y cuna de grandes talentos. San Juan, cuna del Ilustrísimo Celedón, y Villanueva no son lo que debieran ser si los caminos acorta– ran la distancia, y el mismo Ríohacha, patria del gran Padilla, situada junto al mar, con el mercado goajiro (que bien puede llamarse la despensa ele la ciudad), ha visto con dolor que sus más preclaros hijos la han abandonado: los apellidos más ilustres desaparecieron, quizá para no volver más. ¿No quiere decir esto que los puebl.os se suicidan cuando les falta el am-
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