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) - 26- Fauna. N o es excesivamente rica nuestra fauna. De · los impl acentarios tenemos al, dydelphis o chu– cha. De los desdentados, al oso hormig uero (myrmecophaga didactyla), at perico ligero (bradypus trydactylus), al dasypus ticenetus o a rmad illo. De los perisodactilos tenemos 'un ejemplar importante, al cual han dedicado los na turalistas notables trabajos para clas'ificarlo : el tapirus americanus. Este animal recorre ],as cordilleras, ba ja a l qs llanos, y no es difí– cil encontra r sus hueHas cuando se camina por la montaña. De los artiodactilos está el, dicoty– les labiatus, o zaíno, y el ciervo, ambos nu– merosos en toda la S ierra. Los cuadrumanos abundan en nuestros bosques ele tierra calien– te, lo mismo que la s aves del género psittacus, penelope cristata, ourax alcetor y ortalida squamata. Pero los ofidios y los a r trópodos ofrecen vastísimo campo al naturalista, espe– cialmente al entomólogo, que puede enrique– cer su colección con alg una especie nueva en la clase ele los arácnidos y en los órdenes de los coleópteros, lepidópteros e himenópteros. Flora. Pocas regiones pueden presenta r en tan cor– to espacio d e terreno variedad tan s_or prenclen– t e ele especies vegetal.es como esta prodigiosa Sierra. Desde la reg ión de los líquenes, género physcia, que crece a más de 4 ,000 metros, va clescenclienclo la vegetación en zonas que presentan /numerosas especies de las fami lias ele las compuestas, labiadas, ciperáceas, lil iá– ceas y g ramíneas, que constit uyen la base de la alimentación del gan ado. Luégo vienen las arundináceas, palmáceas, h el,echos (género al– sophyla), rubiáceas (género cinchona), orquí-

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