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17 - del río Magdalena y a una gran extensión del mar. Bajámos por una pendiente muy fuerte, hasta llegar a la loma que separa el río Orihue– ca del Ríofrío, conocida con el nombre de Eibi– klak. En verano no es malo del tl'ldo este cami– no, mas en invierno con gran trabajo pueden 1 pasar los bueyes; pero nosotros no podíamos salir de aquel.los profundos barrizales. M~tidos constantemente ·en los charcos, no creíamos llegar nunca a San Andrés, y cuando más afligi– dos estábamos, se descolgó un aguacero a las once de la mañana, tan recio y largo que pare– cía iba a durar todo lo restante del. día, sin te– ner un rancho donde albergarnos. Ateridos de fi-ío, mojados hasta los huesos y muertos de hambre y cansancio, llegámos a las cuatro de la tarde a la ranchería de San Andrés, donde estaban descansando nuestros baquianos, rién– dose de nuestras desventuras. El. comisario Joaquín Nolabita y Casimiro Sundancama nos atendieron con provisiones y nos ofre'cie– ron unos chinchorros para descansar, en Can– samaría, que aceptámos muy agradecidos. Des– cansámos un día en esta ranchería, porque ma– terialmente no podíamos dar un paso. Maravi– llados quedaron los arhuacos al enterarse de nuestro largo viaje, en pleno invierno, hecho todo a pie, sin descansar apenas en todo el tra– yecto más que lo absolutamente necesario; pero si quedaron el.los admirados de nuestra gallar– día, no menos lo fuimos nosotros de su vigor·y· resistencia, como se verá por el caso siguiente: Salímos de Palomino con los indios José de la Cruz Jándiua, Benito Noibitá, Pedro Nola– bita, José Miguel Nolabita y José Antonio J án– diua, con sus muieres; cada uno llevaba· en una · mochila nuestro pesado equipaje, y las mujeres llevaban otra mochila con sus cosas. Abría el camino la mujer de Pedro,machete en mano y cargada ·con una gran mochila; con paso segu- ro caminaba esta india, cortando las ramas que Sierra Nevada-2
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