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-16- -aconseJo que no gritáramos al pasar junto a las lagunas, porque se ponían muy bravas y mataban la gente. Para demostrarle lo con– trario gritámos y arrojamos piedras, sin que se realizasen los temerosos presagios .del indí– gena. Seguímos paral.elamente esa cordillera, hacia el Sur, por unos terrenos admirablc;s para el cultivo ·de papas y leguminosas, apenas uti– lizados por una o dos familias de arhuacos que viven en estas alturas. Otras dos lagunas en– contrámos en este camino, que forman también las cabeceras del Ríofrío. En la cumbre de este páramo vimos un hermoso hato del arhuaco Ceferino Nolabita, que bien merece consignar'– se en esta conferencia. En un valle formado por dos cerros que se desprenden de la Nevada occidental y que forman las cabeceras del río Sevilla, cubierto en toda su ·extensión por una gramínea que me parece el cinodon dactylon, L., estaba el 1 ganado, compuesto de magníficas reses; parecidas a las de la raza Doran, o a l.as de algunas que últimamente se han introduci– do en la Sabana de Cundinamarca. Sobre todo, vi un ternero de un año de edad, que hubiera llamado la atención en cualquiera exposición agrícola, por sus proporciones, gallardía y bue– na estampa. Continuámos bajando por este valle hasta un rancho que posee el mama Juan Jacinto, llamado Guekatabaca, en la cabecera del Sevilla, y que probablemente es el mismo de que habla Simons en su Memoria a la So– ciedad Real de Geografía de Londres, que está situado a unos nueve mil quinientos pies sobre el nivel del mar, do_nde pasámos la noche. A las seis de la mañana salímos de Guekata– baka en dirección a Eibiklak; faldeámos un ce– rro cubierto de paja de la misma especie que la que encontrámos en los páramos, hasta dar vista a los valles de Ríofrío; Córdoba, Orihue– ca, Sevilla y Cataca, a la inmensa sabana que desde la Nevada llega hasta eL Departamento de Bolívar, a las poblaciones de uno y otro lado

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