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-14- leshi, pueden ir bueyes a Ríofrío; pero como I.os tenían en los páramos, tuvimos que llevar el equipaje a cuestas una jornada más. La ascen– sión fue dura. Una subida de ocho horas desde 1,000 hasta 4,000 metros, sin descansar un mo– mento, con un sol abrasador, que nos quemaba las espaldas,y con un misérrimo desayuno, aca– bó con las fuerzas y alientos que teníamos, y a duras penas pudimos llegar, a las dos de la tar– de, al sitio llamado Justakue, de José Noivita. Desde este punto se ve todo el valle dd Don Diego, desde la cabecera, formada por los ne– vados occidentales, los páramos de Chalui y las vertientes del Mukuamalagueka. No tengo pa– labras para describir la vista de este hermoso y encantador val¡! e.' La fantasía de Andrés Bello al pintarnos en hermosísi:mos versos lo que es la Zona Tórrida, o la pluma de oro de Miguel Antonio Caro necesitaba yo para haceros sen– tir aquel panorama tropical, coronado de nie– ves que ~n hil.os de plata caían sobre una gran concha que formaba el río Don Diego. Líque– nes y mu-sgos apegados a las rocas daban las primeras señales de vida vegetal, que iban cre– ciendo con et cinodon dactilon, agrostis, lobe– lias y plantagus que ocupaban la reg-ión inme– diata, para dar luégo lugar a una vegetación más robusta de palmas, cinchonas, perseas y mil variedades y especies vegetales útiles ·a la · industria, farmacopea y agricultura, que cu– brían de verdor todo el valle, como inmenso tol– 'do, hasta La desembocadura del río, escondiendo bajo sus sombras profundísimos barrancos, ro– cas talladas a pico, animales ponzoñosos, fieras de todas clases, dantas, cauc¡ueros y una multi– tud de animales útiles y provechosos que como reyes dominan aquellas soledades. La tempera– tura bajó en este lugar a 5 grados centígrados. En esta al,tura no sólo se dominaba la tierra y se escudriñaban los más escond-idos rinco– nes de la Sierra, sino que se observaban otros fen(:menos no menos curiosos y emocionantes..

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