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-87- morar más de lo que deseáramos; determiné visitar todas las familias que se encuentra n hasta La Reforma, distante del Orteguaza cuatro días, aguas arriba. Todo ese trayecto está poblado de casas á un lado y otro del río. Sus habitadores tienen, ahora, hambre y sed de justicia. Cuando llega el sacerdote, lo primero que hacen es disponerse para la confesió n y comunión. En una palabra, , salvo raras excepciones, todos son buenos cristia nos. ·Para consuelo de V. R. y ele los demás Misioneros que no conocen estos lugares, diré: que el Mi ,;ionero lejos de sufrir en esta parte del Caquetá y en el Orteguaza, goza, porq ue yá no ·se ven los escá ndalos, asesin atos y crímenes de antaño. Y todo es debido, por más que no lo crean los e nemigos de nuestra Misión, al cel o y frecu entes viaj es de nu estros operarios evangélicos. No un a, sino muchas veces y en distintos lugares me decían: " Padre; nosotros unos ci neo ó sei s a ños atrás, cuan– do sabíamos que baja ba el Misio nero, lo pri mero que hacía– mos era, si no huírnos al mo nte, á lo menos, escondernos; porque casi ninguno era casado; pero tam bién á ninguno, casi, le faltaba su ma la compañera." De tal suerte, pues, que el Padre ll ega ba á una casa y lo ordinario era encontrarse con las puertas cerradas. Todo lo contrario se ve ahora: pues en teniendo noticia que va el Mi sio nero, se llenan de placer; suspen den los via jes y se dispon en · para hacerle un buen recib imiento. Es que en la actuali dad no hay por qué temer: casi todos está n casados y viven contentos con sus mujeres. · Todo esto era para nowtros motivo de gozo y premio de los sufrimientos pasados. Al cabo ele un mes tuve el con suelo ele volverme á reu– nir co n mi querido P. Sa nti ago, en La Refomta, vivi enda del Sr. Manuel Morales. Si mal no recuerdo, seis ó si ete canoas atestadas de gente acompañaban la del Padre el día que llegó; y en el semblante de todos se conocía, primero, el testimonio ele la buena co nciencia, y segun do, la alegría que tenían con duci endo al Mini stro del Señor. Dos días estuvie– ron con nosotros y regresaro n á sus casas 1\eva nclo en su pe– cho el dolor qu e causa la separació n de un sér querido. Noso tros también con el deseo loco que teníamos de llegar pronto á Mocoa y reunirnos con nuestros hermanos, dispusimos el viaje para el 6 ele Marzo. Y después de siete días ele navegación por lo más correntoso del Caquetá, como son estas últimas jornadas, clesembarcámos en el puerto de Limón. Aquí, que es el lugar donde se dejan las canoas y se

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