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-70- han á tomar parte en todo aquello que podía contribuir para dar más esplendor á la fiesta. Con algo de música y atronadoras salvas de escopetas se anunció la hor'! conmemorativa. El que narra estas co· , sas celebró el santo ~acrificio ele la Misa, y, durante ella, el P. Santiago repitió los tradicionales villancicos de nu estra Orden, siendo acompañado de un acordeón y de una gui· tarra. Los indiecitos que por primera vez veían al sacerdote celebrar el incruento sacrificio, estaban que no cabían de contento. Pero, sin duela, debió de ser mayor el que tenía el Divino 1nfante, viéndose rodeado de aq uellas errantes ove– jas, y que muchas de ellas yá estaban dentro de su redil, pues pocas horas antes de comenzar la misa, más de diez parvuli– tos recibieron el santo Bautismo. Y estoy persuadido, Padre, que el Niño Jesús no rechazó, en esa ocasión, la ofrenda que le hicimos de esas almas, así como no fueron despreciados los presentes materiales de los Reyes Magos. Como los indios habían venido sólo para la fiesta, termi– nada ésta estuvieron otra vez de regreso para el bosque. Nun– ca me olvidaré ele la exigencia que, al tiempo de despedirse, nos hicieron para que fuéramos á sus casas. Y nosotros con bastante pena les dimos la negativa; no por falta de volun– tad, que nos sobraba, sino porque las circunstancias así lo req uerían. ¡Dios Nuestro Señor, que sabe allanar todas las dificultades, será sen·ido que no uno, sino muchos Misione– ¡·os penetren esas selvas, y cortando las malezas de los vicios y de la ignoramcia, siembren la buena semilla del Evangelio. CAPITULO XI l Unos días en P.uerto Colomb'ia-Servicio de vavares entre el Caraparan:í é Iquito'S-Entrevista de los Generales ~lonroy y Velasco. Después ele haber pasado la Nochebuena con nuestros amados güitotos, salimos de La Reserva con dirección á la Agencia del Sr. Antonio Ordóñez, sita en la margen izquier– da del Caraparaná, y cuyo lugar es conocido con el nombre de La Unión. En este punto, que no dista del primero sino unas cinco horas, por tierra, y unas ocho, por agua, vimos los lugares en donde se verificaron algunos asesinatos, como también se nos enseñó el punto donde atentaron contra la vida de nuestro Padre Basilio. Testigos oculares ele aquellas horri\Jles escenas nos con– taron cómo la mayor parte de los yue derramaron sangre

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