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-68- Pero aú n no estábamos contentos, por la incertid umbre ele si sería ó no nuestra canoa. Y esa incertidumbre, poco tiem– po después, se convirtió en una triste verdad, porq ue no era esa embarcación la nuéstra, sino la de unos comerciantes que bajaban del Tolima. Estos nos dieron cuenta de que nuestros bogas hal<ían pasado ele largo; pero que pronto estarían de regreso. Sucedió así; y á las cinco de la tarde bajaron muy preocupados con el percance. Ahora bien: esto que nos pasó á nosotros se repite con frecuencia; y Jo mejor y más acer· tado es no separarse de los bogas, por halagüeños que sean los atajos en esos 1ugares. Al sigui ente día salimos otra vez de San Antonio y con no pocas dificultades llegámos á La A1'gelia, donde el Sr. H ipólito Pérez tie ne una regular casa, provista de mercan– cías. Aquí, por la bondad ele nu estros caseros, pudimos cele– brar c;-¡n alguna solemnidad la fiesta de la Inmaculada Con– cepción. Co n las mejores telas que había en el almacén de dicho señor, arreglámos el altar para la celebración de la Misa. Durante ella hubo música, puesto que repitió un fonógrafo bonitas piezas peruanas, y no escaseaban los cohetes y mu– cha~ descargas de carabina. Hasta en la mesa se notó que era día de fiesta y regocijo: no faltó ni la sabrosa carne de champa (tortuga), ni aquello que alegra el corazón del hom– bre. Todo lo cual fue debido á la bondad de aquellas gen– tes; y por cierto que la Santísima Virgen les pagará ele un modo ó de otro, aquellas demostracion es que hiciero n en honor suyo. ' ' ' CAPITULO XI Combate naval--Nochebuena en La Reser"Va-La mejor ofrenda que se hizo al Divino Infante. El 19 de Diciet'nbre salimos de La Argelia con dirección á Filadelfia, sita en la orilla izqui erda del Caraparaná y á unas once leguas aguas arriba. Nuestros bogas güitotos en aquel día nos hicieron pasar un mal rato, pues por una simpl eza, y hasta perdiéndonos el respeto, 5e pusieron á pelear dentro de la canoa, con peligro de que ésta se volteara. Fue en verdad una niñería lo qu e motivó la dicha pen– -den cia, y lo peor es que entre ellos, por cosas tan pequeñas no sólo se dan de puñetazos y se rajan las cabezas, sino que también se matan unos á otros.
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