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- 6s- Muelen, pues, un poco de hoja de coca, y llevando este polvo en un pequeño talego, se dirigen á la tribu de donde quieren sacar mujer; y sin ningún preámbulo, ni siquiera con el hcó nico saludo acostumbrado, entran á una de las casas y cuelgan dicho talego en un poste, que suele haber en medio ele todas ellas, y donde se verifica el Tabaco, del que yá se trató en el Capítulo v. Asinlismo, sin decir una sol<~ palabra se retira; pero con el presenk yá manifestó á l¡¡s indios el fin de la visita. En llegada la noche se reúnen éstos al rededor del palo, y tomando la palabra el Cacique, trata sobre la conveniencia de dar ó no mujer a\ postulante. Los.ancianos y \os padres que tienen muchachas casadéras, desempeñan a\\í ¡:Jape\ muy importante. Tratada en el primer debate la oportunidad del casorio, viene el segundo, sobre quién se resuelve á dar su hija. Y aquel que acepta la propuesta, se levanta del lugar que ocupa y desata el mencionado talego, con cuya acción empeña su palabra y la de su hija, aunque ésta no haya teni· do ningún conocimiento de todo lo ocurrido. Si en todos estos trámites ocurre algún desacuerdo ó cosa parecida, el Cacique fácilmente pone la paz, y se hace obedecer si no de grado, por fuerza. Entretanto que pasan estas cosas, nuestro pretendiente estará quizá, en terribles angustias, pensando en una campa– fiera que aún no conoce, ó en unas calabazas muy amargas. Pasados unos ocho días, vuelve para cerciorarse del buen ó mal resultado de sus aventuras. Se asoma á la puerta de la casa, clav:t sus ojos en el palo donde dejó el talego de coca; si ve que yá no es!á allí, salta de júbilo; puesto que encontró lo que deseaba ; pero si aún lo e ncuentra colgado, co n pena ó quizá con rabia, por el desprecio que le han he– eho, se acerca,' baja su presente y va á probar fortuna en otras tri bus. En el primer caso, se queda á servir por algún tiempo al padre de la novia; y cumplido este requ isito, se despide y da las gracias á los padres, hermanos y demás parientes de su mujer, y la lleva á su propia tribu, en donde forma un baile para cli\·ertirse por tan feliz adquisición. Ahora dejemos que se diviertan los nuevos esposos, y tra– temos ele la peor gente entre los Güitotos, que son los brujos. E sta mala ralea, que desgraciadamente abunda no sólo entre los Güitotos, sino también entre los indios del alto Pu– tumayo, y entre los Coreguc.j~s y .lfacaguajes del Caquetá, son temidos de todos. Y apoyándome en lo que he observado, como también en lo mucho que me han contado, no me S

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