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_unos dos indios. El Cacique, no poniendo obstáculo alguno á lo que se le pedía, dio al blanco el indio en referencia; y éste, sin ni nguna repug nancia, abandonó á sus conocidos y se fue tranquilo por donde su amo le conducía. A poco ele ha– ber anclado ocurrió~ele al comerciante preguntarle si él solo había q ueclaclo huérfano, ó si ten ía más hermanos. La res– puesta del indio fue: tuve una herma na, pero se murió y ya la enterré. Si n eluda q ue el á ngel guardiá n ele la incliecita inspiró al blanco para exigirle q ue mostra;·a el lugar de la se– pultura. Fueron, pues, á donde e;tab;¡ enterrada, y presen– ciaro n el cuad r·o más triste que puede suponerse, pues la pobre niña, en las agonbs ele la muerte, había hecho esfuer· zos supremos, y retirando las ramas que la cubrían pudo salir; y la encontraron llora ndo en t.l borde de la sepultura, volviendo, ele cua ndo en cua ndo, la cara hacia una pa•·te y otra, en ademán de pedi r a uxilio. El comerciante, á quien Dios le habrá recompensado esa caridad, la tomó en sus brazo:;, y llevándola á su casa la hizo criar. CAPITULO IX Manera como se casan los Güitotns-Miedo que les causan los br-ttjos y modo de sepultarlos. Buenísima es la costumbre que generalme nte existe en– tre estos salvajes al tratarse de sus casorios, pues nunca se enlazan con familias cercanas, ni siquiera con gente de su misma tribu. Es asimismo rara, entre ellos, la poligamia, y en todas las tribus que visitámos sólo d imos con tres ó cuatro casos de esta naturaleza. Puedo, por lo tanto, aseve– rar que son más circunspectos en este sentido los indios que carecen de la fe, que los bla ncos que viven con ellos, pues salvas rarísimas excepciones, éstos no se co ntenta n ni con dos india;;, sino que tienen hasta tres y cuatro. Ahora bien : como los ind ios carece n de los conocimien– tos cristianos sobre la dignidad de la mujer y la indisolu– bilidad del matrimonio, tratan lo uno y lo otro de una ma– nera salvaje, y sólo se dejan lle\"ar de inclinaciones puramen– te materiales y rastreras. Depende, pues, el amor á sus mu– jeres y la duración del enlace, de la sucesión; faltando ésta,. se co ncluyen todas las obligaciones con la compañera, y buscan otra sin acordarse yá más de la primera. Mas los trámites que ·acompañan y preceden á los caso– rios de indios que no son Caciques, son lances que encie– rran algún chiste, como lo vamos á ver.

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