BCCCAP00000000000000000000260

-58- mandado indios á la caza; pero éstos, muchas veces, después. de haberse hecho esperar con delirio, llegaban sin nada y aun más necesitados que nosotros. ¡Bendito sea Dios que nos dio su santa gracia para sufrirlo todo por su amor! Voy, ahora, á divertir á V. R. contándole de los bailes y cantares güitotos; pero antes hablaré de la famosa música con que suelen amenizar dichos entretenimientos, ó sea del tambor maguaré. La descripción más sencilla de este instrumento es la siguiente: supóngase un trozo de madera que tenga dos me– tros y medio de largo, con unos cuarenta centímetros de diámetro; que sea todo él ahuecado, menos en los dos ex– tremos; que en cada uno de éstos tenga una trompa á seme– janza de las que hay en las arpas de nuestra tierra; y luégo se le hace una abertura de unos dos centímetros de ancho, comunicándose con las dos trompas; esto y nada más es el tal maguaré. Ahora, la importancia que los indios dan á este tambor, y el cuidado que ponen para construírlo, son raros. Las ce– remonias comienzan desde el día que cortan el palo, que no es cualquiera, sino el que nosotros conocemos con el nom– bre ele cauchillo. De§de la casa se reúnen todos los indios y vah bailando por dentro del monte hasta que encuentran dicho palo: sin interrumpir el baile lo cortan y sacan el tro– zo necesario, y luégo se lo cargan con la misma alegría que cuando salieron de la casa. Aquí se concluyen las danzas, y luégo clan el voto, para ver á quién le toca en suerte la obra de la construcción. No se me pase por alto que los votantes pueden ser todos; mas quienes tienen voz pasiva son única– mente los .magnates del pueblo. Pues bien: el comisionado para la obra tiene leyes muy rígidas, y las observa con mucha escrupulosidad todo el tiempo que dure la obra; tales como la de un ayuno riguroso,. la separación de su muj er, y el no poder cruzar una sola palabra con los demás. Y aseguran que usando de estas pre– cauciones sale muy so noro y á contentamiento ele todos. Ahora, si tratamos de averiguar la causa de oírse á gran– dísima distancia, esta ha sido para mí una cosa inexplicable. Cuando, antes de ser testigo del hecho, me decían que se oía á seis y siete leguas de distancia, me suponía que el sonido fuera tan fuerte que no se le pudiera soportar ele cerca; pero ¡cosa rara! en las muchas ''eces que lo oí, y por las no pocas que lo toqué yo mismo, puedo asegurar que es más mortifi– cante y más agudo el que produce uno de nuestws bombos. Asimismo soy testigo ele haber oído el maguaré á distancia

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz