BCCCAP00000000000000000000260

-57- muy buenos; éstos tenían unas estampas con la imagen de la Santísima Virgen; y el Niño que llevaba en sus brazos, sostenía con las manos una cosa redonda. Pero sin saber .cómo, se ha ido conservando la tradición de que aquella bola, en manos del Niño Dios, era su mismo corazón. Y de aquí que tocar la pelota es como tocar el corazón ele Dios." Así fue como se expresó el indio. Según lo dicho y por otras cosas que vimos, es de supo ner que hay entre ellos vagas reminiscencias de los primeros Misioneros, quienes les ex· plicarían el significado ele la bola en manos del Niño Jesús; empero, los pobres se olvidaron de la verdad y se quedaron ·con un error. Lo cierto es que nadie coge la pelota, fuera del tiempo que está en el juego, y sólo el Cacique la guarda en el techo de su casa, descolgándola él mismo para el momento ·de la diversión. CAPITULO VIl Tribu de los Merecienes (segundos)-E! famoso tambor maguaré-Baile de los Güitotos-Sus cantos. Era yá el r9 de. Noviembre y, después 'de dar las debi– das gracias á nu estro querido Santiago por lo bien que se man ejó con nosotros, tomámos el camino que conducía á la tribu de los 1\Ierecienes, á donde llegámos con fel icidad desp ués de haber caminado casi un día entero. Estos indios son diferentes de Jos de que traté en el Ca– pítulo v. Todos viven en una sola casa, habiendo otra para el blanco que los man ejaba, que era un tal Abelardo Calderón, sobrino de D. Gregorio Calderón. Aquí permanecimos nue– ve días. Bautizámos unos cuarenta y seis niñ os. En.este lugar nos mostraron un p;¡Jo, el que me causó horror, porque en él colgaron á una infeliz india, la que es– tuvo suspendida un día y una noche; y en los postreros mo– ·mentos de su vida, ultrajaron su cuerpo de una manera tan deshonesta que me horripila sólo el recordarlo. Luégo cor– taron el lazo, y roció el cadáver por el palo como si fuera una piedra. C•·ímen fue éste de u nos caucheros, quienes si no han recibido el merecido castigo ele Dios, muy pronto lo · tendrán. Aquí, por motivo de h abérs~nos concluido todos Jos ví– veres, sufrimos terribles consecuencias ele hambre, y hubo ocasiones en qu e hasta las dos d~ la tarde no habíamos en– ·,contrado qué llevar á la boca, consolándonos con haber /

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz