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-53- Y la manera como nos notificámos de lo dicho, es la. siguiente: llegada la hora de bautizar. á los niños,.se presen– taron cinco ó seis indias vestidas (con cuzma) y con sus hi– jos de pechos; supusimos, pues, que no tuvieran más párvu– los; pero un momento desp ués de terminada la ceremonia, vinieron otras en igual número; y al repetirse esto por terce– ra vez, pregunté cuál era el motivo de no comparecer á la vez todos los niños á la hora señalada. Y con grandísima pena supe que entre todas las mujeres sólo había seis que tenían sus cuzmitas, y como buenas hermanas se las prestaban á las que debían presentarse con sus hijos ante el Misionero, en– tretanto que las demás se quedaban en casa completamen– te desnudas. Yá que hemos tocado este punto, y para prev.t:nir á otros Misioneros, cuando el Señor los lle•·e á esos lugares, diré : Que es uno de los mayores sacrificios qüe ti en6 para ofrecer á Dios el hallarse en medio de tánta gente desnuda, pues de las muj eres, en muchas de las tribus, el tres por cien– to llevan una cuzma ó un vestido de zaraza; las demás, tal como vini eron al mundo. Y si es verdad que muchas de ellas se pintan en las piernas, etc. etc. ... fuera preferible que no lo hicieran. Los indios están en las mismas condi: ciones; y, los más, se tapan con un pedazo de liencillo que sólo tiene ele ancho á lo sumo dos pulgadas, y de largo, lo indispensable. También es cierto que varios de los dos sexos van vestidos, y si se quiere, hasta con lujo; pero éstos son contados, y de aquellos cuya amistad les interesa á los co– merciantes. Tratemos, ahora, del importante banquete güitoto, ósea de lo que acostumbran simplemente llamar "Tabaco." Su preparación es de lo más sencillo: la asiste ncia es de -sólo adultos y ancianos, con absoluta· exclusión ele niños y mujer(!s; sus efectos: alarmantes y horribles; y su tiempo: todas las noches infalibl emente. Para lo primero no tiem.•n que hacer graneles gastos ni es cosa que les quita mucho tiempo, porqu e basta poner en una olla un poco de tabaco mezclado co n algo rle ceniza, y lu égo sometiéndolo á la acción del fu ego lo reducen al es– tado ele pura nicotina. Esta sustancia la colocan en un pla– to, el que pon en en el centro de la casa, visible á torios. A una señal dada, viva voce, y algunas veces con el maguaré (tambor), van reunién dose al rededor del plato, como dije, sólo Jos viejos y Jos ad ultos. Las muj eres y los niños, si no participan del tabaco comiéndolo, participan de todo lo que ·allí se trata; porque nadie habla en voz baja, sino á gritos.

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