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-47 Y por conclusión ele este capítulo diré: que si en la actualiclacl, muchos ele Jos indios se han vuelto fi eras por su cruelclacl, es debido al mal trato que les han dado algunos comerciantes. El mencionado Sr. Gregario, hombre ele mu– cho conocimiento ele las costumbres ele estos indios, me elijo en presencia ele algunos caballeros colombianos y peruanos: "Paclr·e, h<tsta ahora no he sahido que un güitoto haya dado mut rte y se haya comido á alguno de los blancos, si primero no han recibido injuria de éstos." ltem más: La oposición que tuvo el P. Basilio, y el odio que algu– nas tribus tienen al santo Bautismo, es debido á las diabóli– cas ideas que les infunclieror. varil1s comerciantes. Reglame ntando, pues, ese elemento pernicioso; y po– niendo el Gobierno la mira en la desgracia y miseria ele .aquellos pobres indios; y más que lodo, que se trate ele sos– tener las Misiones, apoyándolas y dándoles buenas autoric d-<~des, que son el brazo derecho Clel sacerdote en esos luga– res; ya no tendrá el ,·iajero, cuando penetre en estas selvas, aquel mi edo pánico de quien es acechado por una partida de indios que, en todas partes le ponen celadas, y el rato menos pensado recibe una ·lluvia de flechas; ya no verá fe– roz y airado el rostro de su hermano; ya, en su casa, podrá dormir sin sobresalto y sin centinela que le guarde; sus ojos no verán cráneos, muelas ni otros trofeos humanos pendien– tes ele las puertas y sobre las agudas picas ele chonta; no se repetirán las horribles matanzas ele blancos, ele indios, ele los hijos con los padres; ni el mismo sal vaje convocará con su mag11an! (tambor) á las demás tribus para festejar sus victo– rias, bailando al rededor ele la \'Íctima, y luégo sentarse á la luz del fuego para cle,·orar su carne y así completar el eterno odio que tienen á su adversario. CAPITULO IV ·Tribu Fay!ljena-Alarmaute curiosidad de la Cacic"' y crueldad del Caci– que-Horas de terrible angustia y sobresalto-Carta geográfica de los indios pintada en un cuero de danta. Con los Erayes estuvimos cuatro días, y, á decir verdad, no la pasámos mal, ni nos vimos en la precisión ele poner centinelas para dormir. El rz de Noviembre salimos en busca de otra tribu que nos dij eron estaba no muy lejos_ele la primera, y así fue; porque sólo anduvimos unas cinco horas para encontrar á los Fayajenes, cuyas casas, aunque algo diseminadas, pre– sentan al viajero el aspecto de un pequeño pueblo.

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