BCCCAP00000000000000000000260

-39- a saz oscura la noch e, resolvimos pernoctar en la orilla bajo unos ranchos inservibles. P or aquel enton ces, nadi e se preo – cupó de mejor casa, porque no se veía peligro alg uno de que ll oviera; y así, co n toda tranquilidad, nos reti rámos á d esca nsar. U na ó dos horas habría mos dormido, y se rep itió aquello de " Rupti sunt omnes fontes abyssi mdgnce, el cata ractce cceli apertce Sztl·il." (Génesis) . Que se rompiero n las fuentes del gran– ele abismo y se a brieron las cataratas del cielo. Y en verdad que fue un dilu vial aguacero el q ue cayó sobre nosotros, esa n oche. Mas como los ranchos no nos podían resguardar, pron to tuvimos el agua del cielo y la qu e corría por la ti e– rra. La de ésta fue tánta que no só lo empapó las camas, si no tambi én el hábito que llevábamos puesto. Recuerdo que con el P. Santiago di sp utábamos por un pedazo de abrigo que estaba seco, para hacerlo se¡·vir de al mohada ; empero, puso términ o á la disputa el mismo chubasco. Viendo q ue era ya im posible tornar al dul ce sueño del princ: pio, re- . sol vimos p<~sar en cuclillas las ú ltimas horas de la noche, defe ndiéndonos sólo co n los paraguas. Ll egadu q ue fue el día; corrimos en busca de la casa para poder sec:~r :~1 fu ego la ropa, y por ver si pod íamos dormir un poco, pu es había– mos quedado enfermos por los trabajos del d ia y los sufri – mi entos ele la noche. Gracias á la buena acogida qn e nos h izo el di cho Sr. Gasea, pudimos descansar lo sufi cien te y prepararnos á otros contratiempos. En e;;te lugar permanPcimos u nos tres días, en cuyo tiempo se ba uti zaro n 17 in dios güitotos. Tambi én, desp ués de mucho tra bajo, lográmos que se h iciera cristiano el Caci– que de los F ayagenes, qui en, por un a casualidad, había veni– do á El Lago para hacer un ¡·eclamo en co ntra ele un os indios que impedía n la pesquería en unas lag unas poco dis ta ntes del Caraparaná. . Las dispu tas, argumentos y altercados qu e cruzaro n co n este indio, al tiempo qu e lo quería yo co nvencer para que se dejara cristia nar, son mu y curi osos, y no q uiero que V. R. los ignore. Po r medio, p ues, ele mi intérprete, le pregunté si quería recibi r el sa nto B:lll tismo (ad vidiendo q ue esto ocurría cle-;– pués q ue st: admi nistró tal sacramento á \'arios niñcs güito– tos, y de c uya ceremonia fue él testigo); empero, fue su res– puesta un ten·ible y lacó nico, nó. Vo lví á in sistir er1 el por– qLié de su negativa; y la contestación fue : "Ni yo ni mi gente no nos queremos morir." Díjcle, entonces', que el Bautismo

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz