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-37- tJ·ario, los mal os espíritus son quienes hacen perder las se· menteras, los qu e traen las enfermedades y la muerte. Si– gamos. D :w el nombre d e Dios (Jusiñamuy, en güitoto) no sólo á los espíritus in visibles, sin o tambi én á algunos hombres á qui enes h:111 ll egado á querer, ó qu e ejercen alguna autoridad sobre los demás. Así, por ejemplo, al Sr. Gregario Calderón, ·hombre que se ha ma nejado bien con ellos, en momentos de entusi asmo, le di cen: "¡Vi va nu estro Di os !" El nombre ·que da n al Misio nero, tambié n no es otro, sino el de D ios. Y cuando nosotros les decíamos cuál era nuestro nombre, lo toma ba n como un simpl e apellido, llamán donos e nton– ces: "Jusiñ ;:unu y Santiago," "Jusiñamuy Jacinto"; ó sea: Dios Santiago, Dios Jacinto. Todo lo c ual compru eba el baj o concepto qu e ti enen cid verdadero Di os. Como ve, V. R., todo este ca oítulo no ha si do si no como un preám bul o, ó la puerta p;1 r la que lo introduciré para que .vea muchísimas otr;\s cosas; y e n él no he hecho sino Je,·a ntar un a parte del velo, y most,·arle una pequeña parte del cuad ro, que ah ora, en los sigu ientes capítulos, lo verá co n alguna d etenció n. CAPITULO II Fiesta de N. P. Sa,n Francisco-Salida. de Nueva G1·anada con dirección á ElEncantü- P('nalid adcsen la navegación-E¿ Lago, vivienda del joven Rnbén Gasea-Casual encuentro con el Cacique de una tribu de indios giiitotos llamados Fayajenes-Conversión del Cacique-Llega.da <i El Encanto, y preparativos para introducirnos á las tribus antrovófagas existentes entro ol río Caraparaná é Ingaraparaná. Vol vamos á reanudar n uestro itinerar io algún tanto in– terru mp ido. El 3 ele Octu bre de 1905 ll eg!tmos al puerto ele Nueva Granada, sito en la orilla izq uierda del Putumayo. Aquí se encuentra la cas.1 de los Sres. Cabreras, 01·iundos de Pasto. En dicha casa nos diero n hospi talidad, y en los r7 días que parámos allí se portaron muy caballero:oamente co n nos– otros, espec1almente el Sr. Emilio, de qui en estamos muy agradeci dos. La ti esta de nu estro P . San Fra ncisco la celebrámos del modo más tri ste q ue pued·~ imaginarse ; por s upu esto no por falta d.: vo luntad, si no porq ue el ti empo, lugar y circuns– tancias así lo exi gieron. De fi esta sólo tuvimos la santa Mi sa, y nada más. El P. Santiago, qu e nunca había tenido un 4 ele Oc tu bre ·semejante al de Nu eva Granada, no pudo ocultar su pena, y
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