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caimanes, etc. etc. Otro,tanto sucede con las pepitas y frutas. ele árboles; con los animales acuáticos, sin exceptuar la raya, temblón y otros venenosos. Vesti c:O: no conocen sino el que tenían nuestros pa– dres en el Paraíso, antes de pecar. Verdad que hay así inciios como indias 4u e van cubiertos, y algunos con mucho lujo; pero son aquellos á quienes los comerciantes quieren tener gratos para con seguir sus fines materiales. Con este modo de vivir, trabajando, así desnudos, a l sol y al agua, es, pues, consecuencia legítima 4ue adquieran enfermeclacles con mu– cha frecuencia; y como son casi ningunos los meclicamen-. tos que se aplican, resu lta la mu erte para no pocos. Guerras: En estos últir¡¡,os diez años han tenici<> muchí– simas; así entre las tribus ~e.migas, como con los blancos, de quienes pretendi eron librarse. Y como el fin de las gue– rras entre ellos es para comerse al vencido, y vencidos regu– larmen te so n los ancianos y niños que no pu-eden correr en las retiradas, síguese que con éstos y los que mu eren enve– nenados por las flechas, son muchos los que desaparecen del teatro de la ,·ida. Viruela y cata!Tos: Esta<; enfermedades h~ccn mayores est,agos que los qu e les caw;an sus guerras y envenenamien– tos. Sólo diré que t n los puntos por donde anduvimos, casi no hu bo trayec to ele doce horas, en qt1e no se nos enseñara algún lugar en donde pocos años antes habían existid o tri– bus ente1·a, de indios Güitotos, y de ellas, ahora, sólo nos daba n noticias. ¿Quién las destruyó? La viruela, el catarro ú otr~ enfermedad. Reseñadas así, bre\·emente, las causas de la . disminu– ción ele indios Güitotos, paso (t co ncluir la materia que ofre– cí tr;1tar en este capitulo; e.;to es: del conocimiento confuso que tienen dei \·erc! aclern Dios. Al respectü diré que casi todos los güitotos son poli– teí· tas. );o ob,tante, entre los muchos dioses reconocen á 'u no con poder y preeminencia scbre los dtmás; y dice n que éste arroja al infierno á los malos. Del mismo modo que ti ene n Ja idea de muchos espíritus buenos ó dioses, creen asimismo en la existencia ele niuchos espí ritus malos ó cle– tn on ios, recor"!OCiendo i uno, peor que los den1ás. Ahora, Padre, en medio de estas creenci<>.s hay una ele no poco consuelo para el 1\[isionero, y es: que atribuyen á los dioses todo lo bueno, y á los demonios todo lo malo. Cosa de los di oses·es, pues, tener buena cosecha ele yuca brava (la dulce no la cultivan); encontrar abundante cacería; gozar de buena salud, y vencer á sus enemigos. Por el con-
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