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-35- A pesar de ser muy espaciosas, al entrar 11110 en ellas se •queda en completa oscuridad. Cuando ha pasado el tiempo necesario para poder distinguir los objetos, descúbrese una red de hamacas, colocadas en todas direcciones; unas gran– des, otras pequeñas, y muchas encima no de una, sino de tres y cuatro; pudiendo, con verdad, decir que hay tantas ha-· macas colgadas cuantos son los que habitan en la casa. Cuartos y divisiones no acostumbran hacer. Hay, sí, gran– des postes clavados de manera que se les facilitaría darles la forma dicha. Cae!;¡ familia tiene su fogón por separado, y siempre lo colocan enfrente de la puerta perteneciente á cada cual; y como la;; casas son redondas, resulta que los fogones forman una perfecta circunferencia. Con esto me parece haberle dado una idea de una casa de indios Güitotos; y no quiero detenerme más, pues habrá ocasión de tratar de este asunto en los capítulos siguientes. Ahora, si ele sus casas pasamos á tratar ele su población, tendremos que asombra la disminución habida en sólo diez años. El mismo P. Basilio nos asegura que cuando en I9oo visitó á los Güitotos, le dijeron personas fidedignas que la población llegaba á 90,000 indios; pero en -la actualidad y aun con temor de exagerar, digo que no pasan de unos 4o,ooo. Y tengo motivrj para aseve,·ar esto: porque en el tiem- . po que estuvimos con los indios y cuando visitámos todas las Agencias del Caraparaná, hubo ocasión de tratar deteni– damente ·el asunto, tanto con el Sr. Gregario Calderón y Braulio Cuéllar, hombres de mucho prestigio y largo vivir entre estos salvajes, como también con otros que habían es– tado en las tribus dellngaraparaná; y todos, unánimes, con– vinieron en la disminución asombrosa, y en el número dicho. Varias son las causas que explican la muerte de tántos indios en el corto tiempo de seis años; y tengo para mi que si circunstancias favorables no sustituyen á las presentes, acabarán por extinguirse estos infelices. Las principales son: la vida errante y sah·aje que llevan; las guerras entre los mismos y con los blancos; y por últi– mo, la viruela y otras epidemias traídas en Jos vapores que vienen á llevar el caucho. Vamos por partes. Vida salvaje: Todos sabemos que la falta de higiene y vestido es causa de muchas enfermedades. Pues bien: estos indios no se cuidan ni se privan ele ningu– na clase de alimentos; lo devoran todo y á todas horas. De las carnes, inclusa la humana, que quizá es la que más aprecian, comen la del tigre, mono, culebra, sapo, ratones,
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