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-34- ríos. Ha:>ta Nueva Granada compartimos con ellos las pe– nalicl~es y privaciones; y, cuando nos separámos, estuvi– mos á merced de los comerciantes y ele los indios. Toda nuestra riqueza consistía en un poco ele harina y un poco ele vino para celebrar el santo sacrificio de la Misa; y para lo demás: 'jacta super Dominum curmn tuam et ipse te en~t· trie!." (Ps. 54). Arrója lodos tus cuidados en el Señor y El cuidará ele ti. Con todo, y á pes<tr ele la Providencia divina, siempre aprendimos á sufrir más; pero, en el dolor, hasta tu vi mos algo de orgullo, considerando cómo· otros sufrían y se <acrificaban por la Patria y sus intereses, mientras que nosotros lo sufríamos por el cielo y por las almas ele tántos infelices ii1dios. Sí; este había sido, por mucho tiempo, nuestro anhelo: buscar y defender, entre las tribus salvajes ele los Güilotos los intereses ele Jesucristo; aumentar el redil cle)a Iglesia Católica, y abrir las puertas del cielo á centenares ele párvu– los que fueron arrebatados de las garras del Demonio y que· ciaron hechos hijos ele Dios por rneclio del santo Bautismo. Estamos, pues, con nuestros amados Güitotos. Iré poco á poco informándole ele lo mucho que \"Ímos y trabajámos entre ellos. Empezaré dando una idea ele cómo fabrican sus casas, pues á mí hasta esto me llamó la atención. La forma que les dan es circunferencial en la base, y en la altura las hacen terminar casi en punta; aclquirienclo, por lo mismo, con poca diferencia, la figura de un cono. Son excesivamente graneles, como que están destinadas á contener, y con bastante holgura, quince, \·einte y más familias. Y en los graneles concursos, cuando se reúnen hasta mil y más in– dios, el interior ele una casa hace el oficio ele plaza, en donde cantan y bailan día y noche. Exteriormente no se ve un so.lo palo, puesto que las cubren de hojas desde la cima hasta el suelo. Hay tantas puertas cuantas son las familias; pero no se ven, salvo la principal, por donde entran y salen Jos forasteros; y al cerrarse ésta sucede lo que me pasó á mí: que daba vueltas y más vueltas al rededor y no daba con la entrada. Esto tiene su fácil explicación, si se tiene en cuenta que las pL!erlas son de la misma materia que el te· cho y las paredes; esto es: ele hojas; y que las colocan ele tal manera que hacen el oficio ele una válvula. Si ele lo exte– rior pasámos á lo interior, tendremos que dichas casas no tienen semejanza sino con las graneles cavernas y guaridas de fieras, y se necesita mucha tranquilidad de ánimo para no amedrentarse y salir corriendo.

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