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-32- ciencia y conformidad de los soldados! Yo mismo veía á muchos confundidos co n los indios güitotos y soportar el peso del trabajo al sol y al agua. Unos pisaban barro ; otros iban monte adentro en husc,t de cacería; esotros, toma ndo el oficio de cargadores, se ocupa ba n llevando plátano, yuca y otros artículos á los lugares en donde tenían establecidos los trabajos dichos comerciantes, y finalmente, todos sufría n lo indecible. Debo advertir á V. R. cómo antes q ue los exp·edicio na– rios se vieran en estas circunstancias (pues ya se previó que eso iha á pasar), determinaron ele común acuerdo, mandar desde Nueva Granada un propio á Pasto, para que in forma– ra al Gobierno de lo que ocurría, y regresara (con la pron– titud que ya es de suponerse) con los a uxi lios indispensa– bles. E sto, aunque era para ejercitar la paciencia, pues no podía estar ele regreso sino después ele cuat,·o ó ci nco meses, siempre fu e un consuelo y se sufría con alg una esperanza. ¿Y c uál no debió ser la pena y cólera de los infe lices, al saber que quien llevaba tal comisión, una vez que llegó á Pasto, por no volver pidió su baja, y se la concedieron? . Todo esto y mucho más, q ue por no hacerme prolijo paso en si lencio, ocurrió en la Expedición del Putumayo. Aho1·a quiero terminar este capítulo, y con él la prime– ra parte de mi relació n, contando un rasgo ele verdadero patriotismo, advirtiendo que el espíritu habido en unos, rei– na ba en todos. Kélo aquí: Hubo ocasión en que el General Monroy no tenía cómo pagar bogas, puesto que todo se le había agotado. Algunas de las clases y soldados, privándose ele muchas cosas, quizá necesarias, tenía n sus pequeños ahorros; y co n un ,·aro des– prendimiento los pusieron en ma nos del General. añadien– do á la vez: " E speramos q ue el Gobierno en debido tiempo nos lo volverá; empero, si no lo hace, nos queda la satisfac– ción de haber hecho algo por nuestra Patria." ¡E :;tos sí eran pa triotas!

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