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-29- da de huracanes, que si nos hubiera cogido en el río, de seguro que en ese día habríamos tenido algnnas desgracias. Cuando estuv·imos dentro ele la casa muchas veces pensá– mos que, en verdad, el viento se la llevaba; pero afortu– nadamente había sido construida para hacer frente á esa clase ele borrascas, y así sólo le arrebató u na dé' sus puertas, y á nosotros nos libró por unos momentos ele las nubes ele mosquitos; pues durante todo el conflicto ni uno siquiera se veía. U na vez pasada la tormenta tomámos nuestros ve– hículos y fuimos á pern octar tres horas más ahajo del río Campuya. Hemos term inado ya el mes ele Septiembre; y ¡bendito y loado sea el Señor, así por lo próspero como por lo adverso que nos ha sucedido! Empecemos, ahora, el Oc– tubre, testigo también de muchas alegrías y de no pocos pesares. Dos días y medio habíamos andado desde el Campuya, y encontramos al navegable Caraparaná, cuyas aguas, des– pués de haberlas recogido en las lagunas y riachuelos exis– tentes entre el Caqu eti y el 'Putumayo, las deposita e n este último, por la banda izquierda. El Caraparaná, hoy por · hoy, constituye e n estos luga– res uno de los focos principales d el comercio; y para l0s empresarios es ventajosísimo bajo todo punto de vi sta. No muy lejos de sus orillas se enc-'n entran más de cuarenta tri– bus de indios güitotos, poderoso eiemento del qu e se sirven los cauch eros para extraer las gomas; los vapor·es pueden surcar sus aguas en todo tiempo, lo que no pasa en ol!·os ríos á pesar ele ser más caudalosos; y si consideramos que las enfermedades, mosquitos y zancud os son menos en com– paración ele los que hay en el Putumayo y C.1quetá, tendre– mos qu e el Caraparaná está llamado para formar un centro ele mucha riqueza y movimiento mercantil. De este río tendré ocasión ele hablar muchas veces en la segunda parte ele mi relación, y por esto no me detengo más en sus pormenores. El 3 ele Octubre, víspera d~ la fie:;ta ele N. P. S. Fran– cisco, perdimos ele vista el Caraparaná, y después de haber navegado unas cuatro horas más por el Putumayo, llegámos al puerto ele los Sres. Cabreras, denominado Nueva Granada. Aquí termina ya nuestro viaj e, aguas abajo. Aquí, después de unos días de indispensable descanso, pasámos por la pena de separarnos ele nuestros amados compañeros. Pero antes ele seguir mi relación es muy justo que les cl::clique, siquiera, algunas lín eas, para que se conozca su buen com– portamiento como católicos y como amadores ele su Patria.

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