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-27- ·se diferencia del de las fieras; sus ningunos conocimientos del verdader<> Dios, porque los pocos que tienen están en– vueltos en mi,l supersticiones; y al considerar que siendo el Misio nero el único que los puede sacar de aquel triste estado, siéndole á éste imposible permanecer lo sufi ciente con ellos, es para desgarrarle el corazón, y ponerle en estado de tor'– mento semejan te al de una madre que ve la perdición de su hij o y no lo puede salvar. Con esta pen.1 nos despedimos de nuestros indios, recomendándoles á sus amos que los trata– ran bien y les enseñaran lo poco que éstos sabían de nuestra Religi ón santa. CAPITULO IX Loma denominada Cimacuntí, célebre por el bejuco curare-Trocha entre el Putumayo y Ca,raparaná-Campuya y Caraparaná, afluentes del Putumayo. No olvide, Padre, que hasta este lugar llevábamos yá más de un mes desde que salimos de Mocoa, y aún nos que– daba por anclar siete días más para ll egar á Nueva Granada, término ele nue,tro viaje por ei Putumayo, aguas abajo. El 27 ele Septiembre Il?S despedimos de nuestros indios Caimitos, y desp ués ele haber anclado unas ocho ó nueve leguas; hallamos á nuestra derecha las aguas del río Yuvine– to, y si continuamos un día más, encontraremos, á la parte opuesta, las del Piñuña. De este afluente al del río Yoqui– rilla sólo se gasta una hora y media. Todos estos riachu elos y otros cuyos nombres me he ol– vidado, son in significantes en el tiempo de verano; pero de utilidad admirable para el comercio en el invierno: siendo esta tambi én la causa pOI"que los vapores nunca podrán subir el Putumayo en la primer;¡ época; pero sí es muy fácil que lleguen hasta La Sofía en el in vierno, como ya se ha visto prácticamente en ti empos ante1·iores. Ahora, dejando el río Yoquirilla y siguiendo el curso de las aguas, te ndremos, después ele doce horas ele navegación, la famosa loma de. Cimawntí. Digo famosa, por la celebridad que adquirió años atrá~ i causa del renombrado bejuco cu– mre que se encuent1·a allí. Tanto los indios del Alto Putu– mayo como los del Bajo, iban á buscar ese bejuco, del cual extraían el activo veneno ele! mi smo nombre. De él hacían uso continuo para la cacería, y lo cambiaban por ro pa, sal y otros objetos. E stas cosas se las facilitaba n los comercian– tes, y en cambio obtenían el tal veneno para negociarlo con

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