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-- 21 pues me agradó esa confesión práctica de su catolicismo, al propio tiempo que manifestaba la bondad de su corazón para con esos seres desgraciados. Pero su generosidad no terminó en lo que acal:ío de narrar, sino que siguió más adelante, porque al salir ele la capilla, á la india le hizo buenos donativos, y á Emilio, que nos sirvió de bog'l, le dijo que durante el viaje le pidi era, aparte ele la paga, lo que se le antojara; y así fu e: el indio pedía lo que más le gustaba, y si lo había no se lo negaba. Recuerdo que en cierta ocasión el Ge n ~ral se quitó el sombrero ele viaje, y en su lugar púso– se una cachucha. Esto lo vio Emilio y se antojó de pedírselo. Inmepiatamente se lo dio, <tñadienclo con gracia: "casi me arrepi ento ele la oferta que hi ce á .este indio." Ya tendré ocasión de referir á V. R. otras acciones re– comendabl e$ de esta buena persona. Ahora entretengámo– nos en los sucesos siguientes: CAPITULO VII Montepa_:Hulda de los indios á nuestra llegada-Modo como se logró su vuelta-Influencia del Misionero- Equipo de las nuevas canoas. Muy corta fue nuestra permanencia con los indios ele Yasotoaró; con tocio, más que _s uficiente para hacerl es mu– elar ele pa recer sobre la conducta de los soldados. Habían creído, por malos informes ele un comerciante, que los iban á tratar mal, robarles sus semen teras y otras cosas más. Que– daron muy contentos y agradecidos de todos, máxime de los Mision eros, que procmámos hacerles todo el bien que pudimos. Llevando tambié n nosotros recuerdos de grati tud, nos desped imos el día 12 de Septi embre. Día y medio anduvi– mos a~ uas abajo, y dimos con la bella colina de Montepa, sobre la c u<tl está edi fi cado el pegue ño pueblo del mismo nombre: En ese trayecto todos mis compañeros tuvieron una buena na vcgación, excepto el que escribe estas líneas, qui en á consecuencia ele un ataque de bilis y un fu erte dolor d e cabeza, sufrí Jo indecible. Con motivo de este incidente no pude ser testigo de las cosas que h abían ocurrido á 'nuestra ll eg:~da, y así se las contaré tal como me las refirie– ron los soiclados y el mismo General. Unas dos horas antes ele llegar al pu erto de Montepa, pu eden ser vistas las embarcaciones que biljan; y según esto, Jos indios tuvi eron sobrado ti empo para observarlo todo: vieron, pues, á los soldados, sus armas, y las banderas
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