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- I7- lugares en dÍcho ti empo. P or supuesto, es hcil de compren– der que así como tal e,; chozas no dema ndan m ucho trabajo, porque su co nstrucció n es cuesti ón á lo más de un cua1· to d e bora, así también el que las usa no está libre de frecue n– tes é in esperados percan ces. U nas veces las sil enciosas co– rri entes ele los ríos cambi an co n fa cilid ad el tendido, pues uno se acuesta sobre aren a y se despierta so bre agua. E n otras ocasio nes e[ vi ento toma á su C11 enta cumpl ir á la ld ra aquell o del E v:mgel io: "qui cedijicn.z.oit rlomum suam supra arenam"; porque sopla con tánto ímpet u qu e se lJ e,·a no sólo la paja, si no tamhién Jos puntal es q ue la sostien en . Sed necdu111 jinis; pues ele ordina ri o, todo esto es precursor de u n buen aguacero, y se queda el huésped sin cama, sin casa y co n la ropa mojada : es q ue los el emen tos " inueru ul in domuu illam," y sn rn ina no pudo meno-; q ue ser mu y gran– de: et f uit ruina illiu.s magna. Sin embargo de todo esto, digo que las noch es en las playas del Putumayo, son halagüeñas y encan tadoras ; y no porque el vi ajero se vea contrariado de los elementos, dejan de ser más apetecidas que las del in vier no. Y en verdad; sólo qui en conoce estos lugares puede decir con qu é desesperación y locnra se desea que llegne la noche. D esde que sale el sol hasta q ue se pon e, son horas mortales, que ponen á prueba el valor del mejor gu erréro, pues se presentan nuhes de mosquitos tan exigentes y mo– lestos, qu e no hay cantidad de sa ngre que los satisfaga, n i medio para li brarse de ellos. El más á propósito es el aba– nico ; pero al cabo de algunos días casi ni de él se puede hacer uso, porque el trabajo ele agitar el aire doce horas no interrumpidas, y repitié ndose esta la bor d urante ro, 15 y más días, es para dejarlo á uno sin movimi ento en los brazos y con peligro de adquirir alg un a grave enfermedad. Mu chas veces, Padre mío, cansado de tán to combatir co n aquella cla– se de enemigos, botaba las armas y mctíame en el toldo por ver si así podía tener algún ta nto de sosiego y tranq uilidad; pero, hasta cierto punto, era peor el remedio que la en fer– m edad, porque, naturalmente, siendo ta n calurosos aquellos lugares, estando cu bierto por todas partes (pues si h ay algu– na abertura, por allí entran los mosquitos), empezaba á so– fo carme y sudar tánto que parecLt estar den tro del agua; sucedi endo :i esto la desesperación, y el tornar á la lid sin esperanza de triunfo alguno. Después ele todo esto, y advierto que es poco lo que he dicho de semejante plaga, y sabiendo que en llegada la noche, cesa el trabajo, viene la calma, disminuye el calor y 2
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