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-16- tual Presidente, la que se llamó Sofía Angulo: unos me en· señaban los lugares en donde arribaban los vapores y Jan· chas; y otros, finalmente, en donde estaban las casas y se· men leras. Y triste cosa: nada ele todo ese antiguo progreso y movimiento veían mis ojos. Sólo un añoso limonero que embalsamaba aquel ambiente y cuyas hojas y degenerados frutos se confundían con los de la selva, era testigo de que, en verdad, allí algo hubo. Con estas impresiones ele espíritu, ele seguro que el tra· bajo no cansaba, y pronto se terminó la roza. Luégo arre· glámos una cruz provisional, y después de haberla bendeci· do, la colocárnos en lugar visible, para que el curioso viaje· ro pudiera dar testimonio de ella. Pero todos nosotros, an· tes de abandonar La Sofía, orámos al pie de ese bendito ár· bol, pidiendo al Señor que á su sombra viéramos realizarse los progresos que nos anunciaban. Después ele todo esto bajámos nuevamente á San José, y se dispuso la marcha para el día siguiente, según acordá– mos con el P. Santiago, quien, en compañía de algunos sol– dados, había salido unos dos días antes, con el fin de faci– litar mtjor la navegación y hacer otros preparativos en el pueblo de Yoasotoaró, para que a nuestra llegada no tuvié· ramos mayor demora. CAPITULO V Noches en las playas-Peligros. El día 9 de Septiembre, muy por la mañana, dejámos el puerto de San José y continuámos la marcha con bastante ' pena, puesto que ya se notaba uno menos de los expedi– cionarios. En todo aquel día no encontrámos pueblo ni casa al· guna. La noche hay que pasarla sobre las playas en época de verano ó en las copas de los elevados árboles en época de invierno ó lluvias. Si toca la del verano, anhela el fati· gado viajero echarse en uno de esos arenales á descansar, y sus miembros encogidos por la rara incomodidad y postura que se lle\·a en la canoa, recuperan la vida y actividad per· didas. Mas para pasar las noches encantadoras del verano, los indios construyen admirablemente unos ranchos con el fin de ponerse á cubierto ele las inclemencias temporales; y son la ordinaria habitación de todo viajero que anda por estos

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