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- IS- tísima Vjrgen, la que, por hallarse tan deteriorada, no pude saber de qué advocación fuera; pero .sí es un recuerdo que el P. Laínez hizo á sHs queridos San Josés. Ahora voy á contarle una desgracia que ocurrió en este lugar el día I. 0 ele Septiembre. Ese día fue de duelo pat·a todos nosotros, con espe– cialidad para el General Monroy. La causa que lo motivó fue la de haber perdido á uno ele nuestros compañeros ele viaje, á saber: el soldadito José María Jiménez, quien se nos ahogó en el río en ·Ocasión ele haberse ido á bañar. Fue propia– mente una desgracia y no falta ele cuidado en el Jefe, que bastante lo tenía. Los que fueron testigos del hecho se per– suadieron de que hubo una grande equivocación en el joven Jiménez re,;pecto á 'las condiciones del rio; pues sabían 1 muy bien que no era diestro en la natación, y con todo se botó al río, como quien es maestro; pero fue para no salir más de aquel elemento. Tan luego como se nos anunció el triste suceso, el P. Santiago y unos bu enos bogas corrieron al lugar donde se había zahullido, por ver si se le podía dar <ilgún auxilio, ya fuera material ó ya e~piritual; mas todo fue inútil, porque no encontraron señal alguna del ahogado. Nos co.ntentámos entonces con encomendarlo al Señor y consolar á los demás soldados, quienes después ele tal pérdida quedaron, no sin motivo, con mucha pena. Vamos ahora á decir algo ele lo ocurrido en el punto clenorninaclo La Sofía, situado en la orilla derecha del Putu– mayo, y á unas cuatro cuadras más ó menos hacia.el O. del actual pueblo ele San José. En un manifiesto dado por el Sr. Becerra con motivo de su elección á la Intendencia del Caquetá, nos anunció varios progresos para este territorio, y entre ellos, el estable– cimiento ele la primera Colonia en La Sofía. Para dar principio á ese halagüeño plan, nos fuimos á dicho lugar el día de la Natividad de la Santísima Virgen, con el fin de hacer un,1 roza, como quien dice, para co– locar la piedra fundamental ele lo que \rendría después. Lo cierto es que la tropa, lus indios de San José, el General Monroy, el Intendente y el que narra estas cosas, trabajámos hasta sudar, pero cumplimos nuestros deseos. Mientras nos ocup:ihamos en el trabaj o, toda la con– versación era sobre la antigua historia de aquella parte del Caquetá. Quién contaba los viajes del Sr. Reyes por el Pu– tumayo y su vivienda en La Sofía; quién recordaba cómo ese lugar tenía tal nombre en memoria ele la esposa del ac-
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