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- I2- me dijeron, ó el Siona, como cre,en algunos comerciantes: sea de esto lo que fuere, lo cierto es que es más fácil ele apren· der el Coca-caiiú que el Coche. Tienen asimismo otra pro– piedad en favOl' de la ventaja dicha ,y es la de ser agudas todas sus palabras. En el Pntumayo sólo son cuatro los pueblos que hablan el Si01ta, siendo aproximadamente unos 250 ;;us habitantes; y como todos emplean el castellano para comun icarse con · los blancos y los demás indios que no poseen tal dialecto, verbigracia: los güitotos, los incas y otros, se puede suponer que, con el tiempo y el comercio que se irá desarrollando, tendrán que perderlo poco á poco, y quedarse con el caste– llano. Pem ojalá no sea como el castellano que actualmente tienen, pues es horrible y causa hilaridad á todo el que lo oye por primera vez. Así, por ej emplo, para preguntarme si ya_era tiempo ele suspender la na\·egación y hacer la sies– ta, me; decían: "Taita Paclr·e, ¿aquí será tuyo soñando?" Tornan, pues, el verbo soñar por dormir. Para decir que han estado bien de salud uqn esta fórmula: "Mío puebro (pueblo) bonito yo sentame," Y al despedirse, clcseándole á uno bienestar, dicen: "Tuyo bonito sentame." Dej emos estas imperfecciones en su modo ele hablar, y ahora, admiremos su honradez y delicadeza en la guarda del sexto mandami ento. De lo primero he tenido ocasión de observar que dejan– do á vista ele ellos y sin vigilancia algunas cosas halagüeñas, como espejos, sal, anzn elos, etc., etc., no se las roban; lo que hacen es pedir ó exigir se les cambie por alguna otra cosa de las que ellos tienen. Esto mismo cuentan Jos comerciantes, y jamás se han quejado ele que los tales indios les robaran. Confirmaré esta \·erclacl co n el siguiente hecho narrado por el P. Lorenzo: Nuestro P. Basilio en un viaje practicado por el Putum«yo olvidóse en una casa algunos anzuelos y espejos¡ al cabo de dos ó tres años bajó el P. Lorenzo por el mismo río, y el indio qu e tenía aquellos objetos acercóse al Padre y le preguntó si era hermano del P. Basilio: al contes– tarle éste afirmativamente, fue á la C'lsa, trajo los objetos y se los entregó, añacli.endo que aquello se le había olvidado al P. Basilio, y lo había guardado hasta tener la oportunidad ele entregarlo á su dueño ó á alguno ele sus hermanos. Ahora en lo que mira á la guarda del sexto mandamien– to, es cosa ele aclmiraL Basta decirle cómo en las dos veces que los he visitado y teniendo á mi vista los libros ele las partidas bautismales, nunca pude encontrar entre ellos un hijo natural, ni menos adulterino. Aquí también alego el

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