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-8- casi al derredor de la plaza, lo que no sucede en otros pue– blos, y esto es de mucha ventaja para el Misionero, porque le evita andar buscando á los indios y haciéndolos traer de dos ó tres horas de distancia. Son los de San Vicente muy respetuosos con el Misio– nero, y lejos de rehusar la a~istencia á la doctrina y demás. actos religiosos, ellos mismos suplican y se interesan para que se les enseñe. En pru eba ele lo que digo, allá va la his– toria de los dos fundadores de este pueblo. En la primera visita que hice á algunos pueblos del Putumayo, estuve una temporada con estos indios, y llega– ron á quererme muchísimo, sobre todo unos dos vi ejitos á quienes los demás reconocen como caciques; llámase el uno Clemente y el otro Vicente, y «On estos pasó lo que voy á referir: Por las tardes, despu és de enseñarles la doctrina y dar– les con sejos adecuados á su capacidad, me los ll evaba á la casa; allí hacíales algunos regalitos, como tamhién les pre· paraba su papeli llo, que para ellos es una de las mejores go· losinas. A todo esto se seguía, natur-al men te, una mu lti tud de pregun tas, todas encaminadas á satisfacer mi curiosidad; y el los con el mejor gu sto me compla cían en todo: era, pues, yo feliz con mi s dos ,·iejos. En cierta ocasi ón díj eles : Ustedes cuando muriendo¿ cómo será? ¿mirando será á Taita Dios ó no mirando? (Este es el castellano y manera el e ha– blar con ellos). Comprendí que esta pregunta les impresio– nó hasta el extremo de manifestar tristeza. Lué~o con pala– bras conmovedoras me dijeron: "¡Por D ios ! Taita Padre, ayúdame á salvar este mi pobre alma, yo mucho miedo tie– ne ese infierno." A esta súpli ca ¿quién hubi era rehusado cumplir la obra de miseri cordia qüe manda enseñar al que no sabe? Yo les elije cómo precisame nte había ido para sal– var sus almas; que sólo les exigía la asistencia mañana y tarde á la doctrina, y luégo me ofrecía á dejarles el corazón tranquilo, y con la esperanza ele ver á Dios después de muertos. Fue, pues, mi tarea prepararlos para la primera confesión y comunión. Y no piense, Padre mío, que esta labor me haya sido dificultosa y de muchos días; nó: porque Dios, de· una manera ·prodigiosa, alumbrábales el entendimiento, y con prontitud llegaban á entender lo necesario para recibir dichos sacramentos. Después de enseñar, en la capilla, á todos los indios, los. misterios ele nuestra Religión, retirábame con mis dos discí– pulos hajo el alero de una choza, y allí, sentado sobre un trozo.
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