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EL INDIO MELITON En la casa donde nos hospedamos había un indiecito de unos 10 años, llamado Melitón. Era vivaracho, juguetón y sumamente comunicativo. Entendía y hablaba bastante bien el castellano. Fr. Pastor le preguntó: "Oye, ¿sabes rezar?". "No", contestó. "¿Ya quieres aprender?". "¿Para qué? No me hace falta". Y sin más saltó al patio de la casa, donde estaban templando el cuero de la boa. El niño era feliz. Sabía remedar el silbido de los pájaros, imitaba admirablemente a los sajinos (puercos de monte), a los tigres, etc. Para él eso era la más importante. No es de extrañar que así pensase este indiecito. No veía otra cosa en su casa. Su amo, caracterizado por el egoísmo, era un hombre sin fe, sin temor de Dios. La madre y hermana unas pobres esclavas. El rezo del Santo Rosario fue sólo para el Hermano y nuestro acompañante. Ninguno de los 12 componentes de la familia sabía rezar. Terminado el rezo, que fue amenizado con cánticos piadosos, expliqué algunos puntitos de catecismo. Les hablé de la paternidad de Dios, de que debían agradecerle los beneficios y favores que recibían de su bondad infinita. Nunca habían oído, ni habían visto cosas semejantes. Melitón, conmovido por lo que oía y atraído por los vivos colores de algunos cuadros religiosos con los que ilustré mis explicaciones, se atrevió a preguntarme señalando con el dedo: "Padrecito, ¿cómo dices que se llama esta Señora?". "Mamá María, -le contesté-; nuestra mamá que está en el cielo". "Y este guagüito (niño) ¿quién es?". "Se llama Jesús y es hijo de Taita (Padre) Diosi· to, y su mamá es mamá María". Melitón se había convertido. Quería aprender a rezar para ser bueno. Era bastante tarde; nos despedimos de la familia y nos acostamos. LA BOA TENIA LA CULPA El día de la Inmaculada lo solemnizamos como pudimos. La Misa fue cantada y con sermón, que, como pueden suponer, no pasó de ser una lección de catecismo. Terminada la Misa, mientras recogía los ornamentos y preparaban el desayuno, se oyó un disparo de escopeta. Poco después aparecieron Colón y Melitón con la presa viva todavía. Habían cazado un paujil (ave del tamaño de una gallina). Teníamos resuelto el problema culinario para todo aquel día. 91

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