BCCCAP00000000000000000000259
el río y es el compañero alegre y decidido, que hace más llevaderas mis excursiones apostólicas. Tiene una formación religiosa bastante completa, pero está un poco contagiado de superstición. En esta ocasión salió ilusionado de Nuevo Rocafuerte, porque deseaba conocer las tribus de los Cushmas. Pero no las tenía todas consigo. Un amigo suyo, conocedor del recorrido que proyectábamos, le pintó las cosas con caracteres de tragedia. En el camino encontraríamos muchos peligros, muchas corrientes violentas por donde forzosamente teníamos que pasar. En ocasiones las olas rebasarían la canoa y la inundarían. Cuando el río está bajo, como en el caso presente, es muy fácil tropezar con algún palo o con alguna roca ocultos bajo el agua. Si llegase este caso no habría que pensar sino en salvar la vida a nado. Todo este re– lato quedaba confirmado por fray Pastor, quien conocía el trayecto. GRAVE CONTRARIEDAD La jornada del día 7 era muy larga. Celebré muy temprano el Santo Sacrificio de la Misa, y partimos. Habíamos surcado por espacio de una hora; llegamos a un lugar en donde abundaban las pavas silvestres. No se podía desperdiciar la oportunidad que nos deparaba la Divina Providencia. Los cazadores, optimistas y espe– ranzados, saltaron a tierra. Sin pérdida de tiempo se internaron sigilosamente entre la espesura de la selva. Al poco rato sonaron dos disparos, pero, por desgracia, sin resultados positivos. El motorista, cabizbajo y avergonzado, se dejó caer en la canoa repitiendo el estribillo: "Padre, estamos brujiados... ". Fr. Pastor, por el contrario, no se dio por vencido. Acuciado por el amor propio y queriendo superar a su contrincante, siguió a una bandada de pavas, que volando de árbol en árbol se adentraban cada vez más en la selva. Convencido de la inutilidad de sus esfuerzos trató en vano de volver a la canoa. Se había perdido. Estaba total– mente desorientado. El motorista y yo, impacientes por la tardanza del Hermano y temiendo que algo malo le hubiera sucedido, dimos voces, echamos mano de un silbato potente, que llevaba por precaución. No contes– taba. Indudablemente que algo le había sucedido. -¿No será verdad -decía para mis adentros- lo que dice Colón, que estamos brujiados? 89
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz