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A LA CAZA DEL TIGRE Al atardecer, mal comidos, remojados por el aguacero y muy cansados hicimos un alto. Pretendíamos cazar algo para llenar la olla. Todo fue inútil. Los cazadores fracasaron. Al reanudar la marcha creímos ver un tigre que se paseaba señorialmente por un arenal, no muy distante. No resolvíamos el problema de la alimenta– ción porque la carne es hedionda, pero la piel es muy codiciada. Tomadas todas las precauciones decidimos darle alcance. Desilusión, porque el tigre de marras resultó ser el perro de un charapero que se había situado en la ladera de una quebrada que desemboca en el Aguarico. ESTAMOS "BRUJIADOS" Se hacía tarde y era necesario pensar en un lugar donde pasar la noche. Estudiadas todas las circunstancias en que nos encontrá– bamos, no había más remedio que acampar a la orilla del río. Mien– tras preparaba con unas cañas el ranchito y la mesa de altar para decir la Santa Misa al día siguiente, mis compañeros hicieron una incursión por la selva. De cuatro disparos sólo mataron una lora, a la que no pudieron coger; quedó colgada de las ramas de un árbol que medía unos 14 metros de altura. Este nuevo fracaso indignó al joven que nos acompañaba. Serio y con acento imperioso me dijo: "Padre, estamos "brujiados"; mejor será que nos regresemos a Rocafuerte; vamos a tener que lamentar alguna desgracia en este viaje". "¿y por qué piensas de esa manera tan disparatada?". "No tienen otra explica– ción nuestros fracasos. Convénzase, estamos brujiados". Me sonreí, le mostré el rosario, y le dije: "Déjate de esas cosas, recemos para que la Sma. Virgen nos ayude. El nuevo día nos depara– rá mejor suerte. La Divina Providencia velará por nosotros". ¿QUIEN ERA ESTE JOVEN QUE HACIA DE MOTORISTA? El joven a que me refiero .cuenta unos diecisiete años; se llama Leonardo Colón Bustos, es huérfano. Está recogido y amparado por la Misión. Maneja muy bien los motores, conoce a la perfección 88

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