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Para atender debidamente a los indios de nuestra misión, estable– cidos siempre a las orillas de los ríos, he visto y sentido la necesidad tan proclamada por el veterano misionero P. Miguel de Hu arte, de contar con una canoa de motor de centro y lo suficientemente capaz para montar una tolda y poder pasar la noche en ella el Padre, incluso decir la santa Misa. Esto por decoro, por comodidad y por salud. De contar con medios para abrir una nueva residencia, tal vez el lugar más conveniente y el de mejores perspectivas, por ser el punto más céntrico de zona, fuera el Cuyabeno o sus alrededores en el Aguarico. Con relativa facilidad podríamos atender a todos los indios de esos lugares. El río Napo lo tendríamos a cinco horas por el varadero de Pañacocha y por otra parte estaríamos en medio de los dos varaderos, el de Montúfar y el del Conejo, que nos pondrían en comunicación con Colombia, cosa importantísima, teniendo en cuenta las dificultades de comunicarse con Quito y los inconvenientes, dadas las circunstancias, de mantentr relaciones de ninguna clase con Perú. Sin embargo queda por visitar el término denornmado "Las lagunas de Montúfar", lugar elevado, donde viven once farn1lias de indios "sionas" y existe el varadero de la Hormiga, de solas dos horas, que conduce al río San Miguel. Nuevo Rocafuerte, enero de 1955 84

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