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sitos como solo ellas saben preparat. Los Padres, por su parte, para calmat la sed me brindaron ciertas bebidas de las que únicamente los accidentes: nombre, color, retenía mi ya debilitada memoria. ¿oe dónde habían sacado aquellos vinos? Lo ignoro. Por mi patte, yo también les presenté mis obsequios : Unos cien– tos de huevos de charapa y un zaíno o puerco de monte, pero domes– ticado, que compré a un cushma. Me lo agradecieron singularmente los niños. El zaíno era la diversión favorita de muchos de ellos; les seguía a todas pattes como un perro faldero e incluso por la noche, cuando estábamos todos en el rezo, entraba en la iglesia muy formal y sin meter el menor ruido, y si le despachábamos por una puerta, entraba en seguida por otra. Este hecho y el peligro de que el día menos pensado, cansado de las jugarretas pesadas que le hacían los niños, diera alguna dentellada a alguno, decidieron al P. Camilo a poner fin a sus días, lo que llevó a cabo el día de Navidad y usando el método más en consonancia con su temperamento, esto es, de un soberano garrotazo en el testuz, que lo atontó y el consiguiente degüello. CONCLUSION Esta correría que acabo de relatar, aparte del bien espiritual que en ella se haya hecho, ha servido para conocer positivamente ciertos hechos de gran importancia para el desarrollo posterior de nuestras actividades misionales : 1- Es un hecho que podemos proveernos de Colombia de cuanto creamos conveniente para la misión y que se allanan las dificul– tades con el apoyo con que contamos con nuestros hermanos, los Padres Capuchinos de Putumayo. 2- Ahora sabemos a ciencia cierta dónde se encuentran, cuántos son y en qué forma podemos atender a los indios del sector Aguarico. 3- Conocemos el emplazamiento de la tribu salvaje de los teitetes, a los que necesariamente hemos de tratar de evangelizar ; aunque peligra que los primeros misioneros sucumban en la demanda. 4- Los varaderos del río Napo comunican con el Aguarico en los siguientes puntos: el de Coca lleva a los cushmas del curaca Gui– llermo; el de Providencia, de un día largo, a los indios de Shushu– findi, y el de Pañacocha, de cinco horas, a los ranchos de los Pugachis y Tangoy, más arriba de la boca del Cuyabeno. 83

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