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naturales. Aunque no hablen a uno, porque no saben, siquiera miran, no vuelven la espalda. También se pintan mucho la cara y su adorno principal es la chaquira, la misma que usan los varones. iCómo la estiman! Era lo que más me encargaron: chaquira y chaquira. Su vestido es bastante honesto. Al menos las faldas les cubren hasta más abajo de las rodillas; de la especie de blusa que quiere cubrir su busto, en cambio, no podemos hacer elogios; porque es tan corta, tan corta, que dejan su buen cinturón de carne a la vista y por otra parte es sumamente ancha, holgadísima, de forma que con la mala costumbre que tienen de estar siempre espantando con ella los mosquitos, que allí son plaga, parece que no tienen otro oficio. Así que de hecho se parecen en esto a las indias cayapas, de la provincia de Esmeraldas, que solamente se visten de la cintura para abajo. LOS CUSHMAS AMIGOS DEL MISIONERO Seguros ya de que el misionero no es un hombre perverso, sino todo lo contrario, y animados por el excitante café y los cigarros, que sin reparo alguno van sirviéndose, pronto se establece una corriente de mutua simpatía y confianza; me preguntaron muchas veces por mi nombre y es que en su idioma gutural se les hace muy difícil pronunciar la palabra ángel y pronto se les olvida; me curio– sean todas las cosas y no se contentan con las que hay en la maleta, tienen que ver el altar, la bolsa de mano, y el saco de las provisiones (aquí se comen casi todo el azúcar) , en una palabra: me revuelven todo de arriba abajo. Los indios, en general, deben ser muy guasones, por lo que estoy viendo; al menos éstos con qué gusto me remedan mi interjección favorita: iche! Cada vez que sale de mis labios tiene contestación inmediata y de todos los rincones del rancho y en todos los tonos no se oye más que esta palabra: iche!, iche! ... No administré sacramentos, ni siquiera el del bautismo, a excep– ción de una niña enfermiza, cuya vida peligraba. Esperaba regresar pronto y demorarme entre ellos el tiempo necesario para instruirles. Si, como espero, ese día llega, no me cabe duda de que el recibimien– to que me hagan ha de ser muy diferente del que en mi primera visita me hicieron y que por algunas cosas que por las buenas y a mi vista me roban, yo les robaré a ciencia y conciencia de ellos mismos, lo que vale más que todo este mundo material: sus almas, para ofrecérselas regeneradas a su Criador. 80

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