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características. Nace a pocos metros del Aguarico y arroja sus aguas al San Miguel. Dos días invertimos en la travesía del Conejo; en un principio lo hicimos con relativa comodidad; pero después a medida que disminuía su caudal y se estrechaba su cauce, tuvimos que vencer, a fueno:a de tahona y machete, no pequeñas dificultades, tales como los "bajos" en los que se encallaba la canoa y los palos o árboles caídos, que con frecuencia interceptaban el paso. Al tercer día llegamos al llamado "varadero del Conejo", que conduce al Aguarico. Es un paso cortísimo, amplio y casi llano. Yo, que me adelanté a todos por si sorprendía en él a algún animal, puedo atestiguar que me costó pasarlo diez minutos. Fácilmente, pues, se puede transportar por este varadero cualquier mercancía y establecer el tráfico con Colombia. LOS INDIOS TEITETES La travesía del río Conejo (omitiendo por esta vez ciertas peri– pecias y trabajos acaecidos, como la caza de la danta, una horrorosa tempestad, de noche, en plena selva y una sacudida de paludismo que me impidió decir la Misa un día) me proporcionó un dato impor– tantísimo que no puedo menos de hacerlo constar. Era el segundo día de la surcada; nos acercábamos al río Aguarico y, por tanto, estábamos dentro de nuestro campo misional. El hecho es que encontramos a ambos lados del río huellas frescas de seres humanos y sabido es que en aquellas regiones no existen otros seres humanos conocidos que los indios teitetes. Algo más adelante, con motivo de perseguir a unos animales salvajes, hallamos un camino transitado únicamente por ellos y finalmente hasta hallamos una chacra de plátanos. Lo cual no quiere decir que viven en aquel lugar, sino que por allí hacen sus cacerías y a fin de no cargar con el avío, hacen sus plantaciones en determinados puntos por donde han de pasar. Los famosos indios teitetes, pues, localizados a ambos lados del río Conejo y entre los ríos San Miguel y Aguarico. Son Jos teitetes unos indios salvajes que viven en el estado más primitivo y, usando la expresión de sus vecinos del otro lado del río, como animales. No tienen el menor contacto con la civilización y son tan bravos que matan sin compasión a todo extraño que entra en sus dominios. 73

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