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MAS COFANES Terminada nuestra frugal comida, manifiesto al gobernador mi deseo de ver a su gente. El, muy complaciente, me promete traer unas pocas familias que viven en la cercanías para que los conozca y enseñe la hermosa religión. Como ya va haciéndose tarde, se despide hasta la madrugada del día siguiente, internándose, acto seguido, en la espesura del bosque. El Jefe de los indios cumplió puntualmente su palabra y tuve, por tanto, el gusto de conocer y adoctrinar a un grupo bastante numeroso de cofanes, aunque me temo que fue predicar en el desier– to, ya que, fuera del gobernador, allí no debía haber una sola persona que entendiera dos palabras seguidas de castellano, no obstante de escucharme muy atentos y hasta con la boca abierta. Ellos tienen un idioma muy viril y grave que me recordaba al alemán. Bauticé a continuación de la Misa a varios indiecitos niños; repartí algunas baratijas, como espejos, que les gustan mucho (ya creo que he dicho que al indio le gusta todo mucho), y también di algunas medicinas contra el paludismo, lo que también les interesaba, sobre todo habiendo visto la eficacia de la que di a la enferma de la casa -una dosis de camoquín- que bastó para dejarla completamente curada en pocas horas. Por fin, antes de despedirme, les tomé unas fotogra– fías; pero fue una pena que no vistieran sus trajes de gala; únicamente adornaban sus rostros plumas atravesadas en orejas y narices y abundante colorete. Sus vestidos de gala, que les cubren de pies a cabeza, los hacen del plumaje de las aves más hermosas y de más vivos colores, como el guacamayo y el paletón. Deben ser unos trajes hermosísimos. Pacho adquirió una escopeta como la mía a cambio de su traje de plumas y ahora, según él dice, lo andan exhibiendo en la capital de Colombia. Vi la escopeta; había sido excelente, pero fallaba el gatillo izquierdo. Con esto di por terminada mí visita a los indios de San Miguel y reanudé mi viaje a través del río Conejo en la canoa del gobernador. Los dos bogas que también me proporcionó, recibieron orden termi– nante de trasladarme hasta los cushmas del río Aguarico. POR EL RIO CONEJO El Conejo, más caudaloso que el Hormiga, tiene sus mismas 72

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