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y de un solo tiro pescaron novecientas y mil libras de peces, peque– ños y grandes; y cuántos más se habrían quedado en el río o les habría llevado la corriente. Por eso el pescado es tan barato; la libra solamente vale un sucre y muchas veces lo tienen que arrojar al agua, porque no hay quien lo compre a ningún precio. HONOR AL EJERCITO ECUATORIANO Antes de dejar esta guarnición tuve la satisfacción de decir la santa Misa a los voluntarios que quisieron oírla, que creo que fueron todos comenzando por el Jefe. En el Ecuador casi la totalidad son católicos; pero existe la libertad de conciencia y no se puede obligar ni se puede impedir la práctica de cualquier religión. Tanto en la Misa como en la predicación, el recogimiento de los soldados fue edificante y no bastó a turbarlo la nube de zancudos que invadió el casino, donde celebraba y se cebó cruelmente en nuestros cuerpos. Estos zancudos son terribles; hunden su aguijón a través de la ropa y hasta traspasan la gruesa lona de las hamacas. Mucho debieron aguantar, porque recuerdo que a mí me picaban a través de los ornamentos; no se diga cómo acometían a pies, cara y manos. Media hora después emprendía la marcha con dirección . a Montúfar, dejando a un lado el Aguarico y entrando en el Cuyabeno, tributario de aquél; estrecho, pero profundo, muy rico en toda clase de pescado y cuyas márgenes, de exuberante vegetación, ofrecen al viajero, en gran parte de su trayecto, el alivio contra el sol de una deliciosa sombra. Al bogar. por este pintoresco río, mi pensamiento tornábase con frecuencia hacia los buenos soldaditos que atrás, envueltos en una nube de anofeles, había dejado. Precioso era el puesto que ocupaban, grande la camaradería que entre ellos reinaba, ipero cuánto les toca– ba sufrir! Estaban tan lejos de todo centro de civilización, en un clima tan malsano... Y para colmo de desgracias, hacía ya un mes que no recibían víveres a causa de Jos grandes temporales que impo– sibilitaban todo transporte. Ellos tenían que buscarse la comida, saliendo de cacería y cultivando sus chacras bajo un cielo tórrido y en medio de un enjambre de cínifes que no he visto cosa semejante en todo el oriente. A pesar de todas estas contrariedades los soldados no pierden su buen humor. Y es que son sufridos, fuertes y de espíritu patriótico a toda prueba. Bien puede Ecuador enorgullecerse 59

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