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como media docena de pavas a las que ni siquiera nos molestamos en inquietarlas. Las loras, palomas y aves de ese porte no se tienen en consideración. Durante toda mi larga correría, continuamente a ambas orillas de los ríos, he podido contemplar huellas de animales salvajes, que habían salido de lo intrincado de la selva a beber agua:· zaínos, tigres, dantas, guanganas, etc, y lo mismo se observaba en las playas. Estos animales huían a nuestra vista, como se verá tal vez a lo largo de esta narración. · LLEGADA AL CUYABENO Aquella noche no comimos el paujil de marras; lo dejamos cocinando para el día siguiente; nos contentamos con una olla de huevos de charapa, que son ricos, pero demasiado mantecosos e indigestos. Para postre tuvimos una torta hecha con fariña (harina de yuca) y huevos, manjar de un sabor tan agradable y delicado, que ya quisieran catarlo muchos sibaritas del paladar. Yo creo que lo adoptarían por su postre favorito, si a mano lo tuvieran, como lo tuvimos nosotros por lo menos en aquella ocasión. En esta forma, con alternativas de buen humor y de aburrimien– to, riendo y cantando unas veces y otras soportando taciturnos los ardorosos rayos del sol y los aguaceros torrenciales, siempre con los riñones doloridos, porque en la canoa de siete metros de longitud por sesenta centímetros de anchura, ni hay·sillas ni es posible tomar buena postura, surcamos todavía durante dos interminables días antes de llegar a la guarnición del Cuyabeno. Aquí quiso Dios que encontráramos un oficial sumamente bené– volo, Luis Allo del Salto, que nos agasajó cuanto pudo y que al enterarse del objeto de mi excursión, con alto espíritu patriótico, puso a mi disposición su motor para trasladarnos hasta Montúfar, más dos soldados para pasar mi carga a través del largo varadero que une el Cuyabeno con el río San Miguel. Quise pagar de alguna manera tanta bondad v mandé a Lucho botar un taco de dinamita en la boca del Cuyabeno: Así lo hizo y pude obsequiarle el no despreciable presente de unos cincuenta kilos de pescado. No fue un tiro del tod:.> malo; pero tampoco, aunque otra cosa parezca, extraordinario: con una tercera parte del cartucho de dinamita se llega a sacar en estos ríos cien y hasta quinientos pescados. No ha mucho vendimos un cartucho a unos soldados de la guarnición de Nuevo Rocafuerte 58

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